Multiplicar

Con este milagro Jesús nos señala a todos un camino: Él nos llama a todos a “multiplicar”. Cada persona somos portadores de una riqueza, de unos dones que Dios mismo nos ha dado y que su gracia hace crecer en nosotros. Nos corresponde a cada uno buscar cómo “multiplicar” a favor de los demás el bien recibido. Multiplicar cuanto tenemos, comporta estar dispuesto a compartir, a dar incluso si nos parece que aquello puede sernos necesario; “multiplicar” cuanto somos, nos llama a huir del egoísmo, a la generosidad, a la entrega, a la disponibilidad.
Quien a lo largo de la vida aprende a “multiplicar” crea a su alrededor un ámbito de alegría, de gozo, la gente se siente bien a su lado, porque sabe que si necesita cualquier cosa encontrará si no aquello que busca, por lo menos un camino, una luz una orientación para hacerlo posible.
Pero hay personas que en lugar de saber “multiplicar” solo saben hacer lo contrario: “restar”, no “dividir”. Porque de una “división” alguien sale beneficiado, aunque sea poco, reducido aquello que se comparte, algo hay que se puede entregar.
Pero no ocurre lo mismo con la “resta”. Para mi “resta” aquella persona que paraliza, que no actúa a favor de los demás ni de ella misma, que siempre halla elementos para mantener cuanto tiene sin ni preguntarse si puede compartir algo, y así su riqueza disminuye, casi se apolilla. Quien “resta” no gana nada ni para él mismo ni para los demás y a su alrededor crece un ambiente de tristeza y silencio. Quien “resta” acaba viviendo en soledad.
Que el Señor nos ayude a “multiplicar” siempre, que generosamente procuremos siempre dar cuanto de Él hemos recibido, es decir todo aquello que pensaos “poseer”. Texto: Hna. Carmen Solé.