Un enamorado de la creación

Este himno rinde gloria a Dios por la belleza de todo lo creado. Este salmista es como un predecesor del místico y científico jesuita Teilhard de Chardin que escribió en el desierto de Asia “El Himno al universo”.
El salmista inicia su poema con estas palabras: “¡Dios mío qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Extiendes los cielos como una tienda, construyes tu morada sobre las aguas; las nubes te sirven de carroza, avanzas en las alas del viento; los vientos te sirven de mensajeros, el fuego llameante, de ministro” (vv. 1-4).
Un paseo nocturno en una noche de luna llena en el que se recortan los árboles y se refleja en las aguas de los riachuelos la luz plateada de ésta, todo está en silencio... nos lleva fácilmente al creador y de nuestro corazón se eleva la expresión del salmista: "¡Dios mío que grande eres!”.
¡Cómo el hombre puede ser tan inconsciente y por el afán insaciable de riqueza destruya tanta belleza! Verdaderamente el pecado del hombre cubre de tinieblas lo que el Señor ha creado y vio que era bueno.
Que el Espíritu que es más fuerte que el pecado no permita que el hombre sea tan irresponsable y destruya lo que Dios le entregó para que lo cuidara. Texto: Hna. María Nuria Gaza.