El hombre que busca a Dios

Testimonio
Para el hombre moderno de las grandes metrópolis occidentales, le es un tanto difícil imaginar el mundo con Dios. Sin embargo la fe en Dios es ampliamente aceptada en los países en vías de desarrollo. Para un nigeriano, un filipino, un indio, un egipcio,… el incrédulo es alguien a quien compadecer, mucho más que al hombre sin dinero.

El salmo 52 expresa en su inicio “Dice el necio para sí: No hay Dios”. Este se parece al hombre actual que niega la existencia de Dios.

Los que creemos en Dios, nos preguntamos al mirar a nuestro alrededor si todavía hay hombres sensatos que buscan a Dios; nos identificamos con el autor del salmo 52 en su versículo 3: “Dios observa desde el cielo para ver si hay alguno de sensato que busque a Dios”.

Para el creyente es imposible decir que no existe porque él lo ha encontrado. Para el no creyente es imposible de decir que existe porque él no lo ha visto nunca. ¿Cada uno se queda con la suya? De ninguna manera el hombre de fe no renuncia a decirle al incrédulo que Dios existe, yo lo conozco, le podrá decir como Bernadette Soubirous: “Yo no estoy encargada de hacerte creer que Dios existe, yo no estoy encargada de hacerte creer en Dios, yo sólo estoy encargada de anunciarte la buena nueva”.

El cristiano debe probar que la afirmación de que Dios existe no es irracional. Pero la fe en la existencia de Dios es un don de Dios. Y es el Espíritu Santo quien debe trabajar en el alma del no creyente.

El testimonio de nuestra vida puede ayudar al incrédulo a reconocer que Dios existe. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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