“Como un niño en el regazo de su madre”

Hoy quiero compartir con los lectores de nuestro blog un salmo muy expresivo. Es uno de los más breves de los 150 que encierra este gran libro de oración. És el número 131.
No se infla oh Yahvé, mi corazón, ni mis ojos se engríen.
No voy buscando cosas grandes,
que me vienen anchas.
Sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en el regazo de su madre.
Espera Israel en Yahvé,
¡Desde ahora y por siempre!
El salmo es un conmovedor poema de confianza. Canta la paz del corazón humilde. Nada hay tan conmovedor como ver un niño descansando en los brazos de su madre; entre ellos se siente seguro, no teme. Contemplarlo infunde paz. Hay un epígrafe egipcio que reza: “Dos veces feliz el que descansa beatíficamente en los brazos del dios Amón que cuida del pequeño y del pobre”.
Así el salmista se siente junto a Yahvé, sereno, sin inquietudes. Pero esta situación la ha logrado gracias a su trabajo personal y a su propia experiencia que le ha hecho conocer sus límites. Dominar el orgullo no es cosa fácil, pero después de una lucha contra la soberbia ha logrado acallar sus pasiones. Ahora puede decir con sinceridad: “No se infla, Yahvé, mi corazón, ni mis ojos se engríen”. Ha llegado a una perfecta humildad por ello sus ojos no son altaneros sino que mira a los demás sin tenerse por superior. No tiene aires de grandeza, no pide prodigios que le vienen anchos, sabe que su vida depende de Dios y en él pone toda su confianza. Esta actitud le da una profunda paz, su alma está aquietada “como la del niño destetado en el regazo de su madre”. Texto: Hna. María Nuria Gaza.