No sólo de pan vive el hombre

En el primer domingo de cuaresma la Iglesia proclama el evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto. Jesús conducido por el Espíritu al desierto, en el que pasó cuarenta días sin comer, y al final sintió hambre. El tentador se le presentó diciendo: “Si eres el hijo de Dios dile a esta piedra que se convierta en pan”.

“No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, le respondió Jesús. Con esta frase se nos invita especialmente en este tiempo cuaresmal, a leer y profundizar la Palabra de Dios que es el alimento más sabroso para nuestra vida espiritual.

Sí, ciertamente el hombre no vive sólo de cosas materiales, porque el ser humano es cuerpo y espíritu. Cuando los discípulos insistían en una ocasión: “Maestro come”, Jesús les respondió: “Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis” (Jn 4, 31). El ayuno, al cual se nos invita en este tiempo, nos lleva a un dominio de nuestro cuerpo. El comer y beber desmesuradamente embota la mente, entorpece la razón, y uno puede dejar de ser dueño de si mismo. Comer para vivir es sano, vivir para comer es pernicioso. Además encierra una buena dosis de egoísmo.

El ayuno nos une a Cristo que quiso pasar hambre, nos une a la humanidad hambrienta, nos permite compartir con todos los hijos de Dios que carecen del sustento necesario, nos hace sentir hermanos de los desheredados de la tierra, nos posibilita el ser solidarios con los necesitados.

Ciertamente no vamos a solucionar gran cosa a nivel mundial pero si todos los que somos y nos llamamos cristianos aportamos nuestro granito de arena en el saco de la solidaridad algo se habrá hecho y seguro que nos sentiremos bien con nosotros mismos y mucho más unidos a Cristo. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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