DIÁLOGO, sí. ENTREGA, no. Poema de Khalil Gibran

Suele repetirse, curiosamente, la palabra DIÁLOGO en boca de aquellos que menos escuchan, menos intercambian, más imponen... Sentarse a dialogar con ellos pareciera tarea imposible, porque disolverán ante tus ojos espesa tinta de calamar y, al final de la jugada, te preguntarás con sorpresa, haciendo balance, qué ganaron ellos, qué perdiste tú en la transacción. Traigo a imagen dos zapatillas, el calzado del otro que el dialogante honesto se calza para la experiencia. Si el esfuerzo de empatía es mutuo, los dos se enriquecen. Si alguno juega tramposamente, hay, al menos, uno que pierde... (¿Tu verdad? No: la VERDAD. / Y ven conmigo a buscarla. / La tuya guárdatela.).
NI DIÁLOGO, NI ENTREGA
En próximas fechas seremos testigos de debates políticos.Cada partido, ante un micrófono o una cámara de televisión, desvelará intenciones, anunciará compromisos. No me parece el debate ámbito fecundo de diálogo. Foro de discusión le llamaría más bien, escaparate de sueños más o menos realistas. Los oyentes orientan sus antenas y meditan en silencio. Llegará su respuesta en la urna.
ENTREGA, NO DIÁLOGO
Hay situaciones en la vida pública, en las que personas de buen corazón se dejan enredar en manifestaciones, mítines, escritos, con los que responden, acaso ingenuamente, a un montaje publicitario inteligente y manipulador. Se entregan a la causa, pero no se sienten verdaderamente escuchados en sus más íntimas necesidades. Y hay situaciones en las que gente insegura persigue lanarmente al gurú de turno.
DIÁLOGO Y ENTREGA
Hay almas tan buenas, tan buenas que diría que pecan un poco de simples. De tal manera escuchan, con tanto entusiasmo se entregan que desaparecen como personas y son devoradas por el fervor de la masa, por la fuerza magnética de los líderes. Nunca dirán en una encuesta cual será su voto, porque no lo saben todavía. En un mitin socialista, se declararán del PSOE. Pero en una tertulia de derechas, se sentirán peperos. Desgraciado el psicoterapeuta que se identifica con el paciente hasta el punto de sentirse también víctima de exáctamente las mismas neurosis.
Transcribo a continuación un hermoso poema-parábola de Khalil Gibran, donde, en clave de trascendencia, discuten de religión dos apasionados buscadores. Tan generosamente se calzan las babuchas del otro, que...
DISPUTAS
Érase una vez en la antigua ciudad de Afkar.
Dos eruditos,
cada uno odiaba y despreciaba
la sabiduría del otro.
Uno de ellos, en efecto,
negaba la existencia de los dioses,
mientras que el otro era creyente.
Un día los dos se encontraron
en la plaza del mercado,
y en medio de sus secuaces
comenzaron a discutir
sobre la existencia o no existencia de los dioses.
Y tras horas de contienda se separaron.
Esa tarde el no creyente
se fue al templo
y postrándose ante el altar
rogaba a los dioses
que perdonaran su pasado rebelde.
Y a esa misma hora el otro erudito,
el que sostenía la existencia de los dioses,
quemó sus libros sagrados.
En efecto, se había vuelto incrédulo.
En tiempos de relativismo, de frivolidad, los espíritus blandos tienen la piel del alma dócil a la caricia y al modelado. Necesitamos, también en la fe, gente recia de virtudes, musculosa, apasionada, genuinamente libre...