Francisco Garfias (5). Cuatro poemas amorosos de "Vendimia en la sangre"

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Hace cuatro años editó Francisco Garfias, en Arcibel editores,un curioso poemario.Daba a conocer el octogenario poeta un ramillete de 96 poemas de amor compuestos hacia 1946. ¡Sesenta años después de su escritura permanecían inéditos! ¿Y porqué inéditos? En la solapa del libro se sugieren dos razones que sin duda influyeron en tan insólita demora: "el justificado temor a la censura de entonces, y el propio pudor del poeta al dar a luz sus versos más íntimos..."

Quizás aclare un poco el título, "Vendimia en la sangre", el delicado poema "Canción de octubre" que podemos leer seguidamente:

"Venid, vendimiadores, / estrujadme esta voz / de eternidad y fiebre, / de silencio y clamor. / Tengo el alma dispuesta, / vendimiadores, voy / llenándome los ojos / de pámpanos con sol. / Venid, ángeles míos, / que todo maduró / dentro de mí y me pesa / la luz del corazón. // ¡A la flor de la uva, / a la flor, / que en el mar de mi sangre / voy sintiendo el amor!"


Se enamoró el poeta. Pero ¿de quién? No lo sabemos. No quiere decírnoslo. Así lo declara en la cita inicial de la antología, cuando reproduce el siguiente pensamiento de Pedro Salinas:"Se me olvidó tu nombre". La fantasía, el misterio, le movilizan a construir, de cuando en cuando, frases oscuras , intrigantes metáforas..., que desconciertan y espolean al avisado lector. Pero, en el post de hoy, hemos seleccionado cuatro sencillos títulos fáciles de sentir y disfrutar...

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"NOCHE PIDE LA CARNE, PERO AURORAS EL ALMA..."

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Dolorido poema de quien, educado en una catequesis de menosprecio del cuerpo y la sexualidad, lucha por mantenerse fiel al exigente ordenamiento de su voz interior. Dos caminos a elegir: el de la luz, el del alma, ascético y difícil (la "antigua voz de incienso / me aprieta en la garganta"), y el de la noche, que "pide la carne", y es vida y ansia... Los dos caminos tiran de mí, y no sé bien cual elegir:"¿Qué claridad me busca? / ¿Qué tiniebla me llama?..."

Y, si la noche es vida, es muerte la mañana... Debo imaginar mi muerte: sentir cómo pasean por mi piel hormigas y gusanos ("mira que te has de morir / mira que no sabes cuándo...").Reflexión final:"Mi angustia está en el filo / como la madrugada..."

COMO LA MADRUGADA

Noche pide la carne,
pero auroras el alma.
Mi vida está en el filo
como la madrugada.

El pensamiento muerde
lo que la sangre clama
en esta gran marea
que rueda por el ansia.

Hiriendo están las sombras
la espumilla del alba,
rosa y luna que acechan
palabras sin palabras.

¿Qué claridad me busca?
¿Qué tiniebla me llama?
¿Qué antigua voz de incienso
me aprieta en la garganta?

Hormigas que subieran,
lentas, por mis espaldas,
buscando el peso mustio
de mi tierra y mi agua...

La arena es dura y fría
para el clamor del alma
pero la flor enerva
la carne disparada.

Si por la noche, vida,
muerte por la mañana.
Mi angustia está en el filo
como la madrugada.


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"TU CORAZÓN ES UNA GRANADA LOCA..."

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Nos asomamos seguidamente a dos breves y sencillos poemas de gran fuerza expresiva. Primero, el de "La granada". El corazón de la amada es, para Garfias, luminoso y bello, encendido de amor y transparencia... Me recuerda, por su color e ingenuidad, aquellos versos de Miguel Hernández que describen su propio corazón con plástica metáfora: "Mi corazón, una febril granada / de agrupado rubor y abierta cera, / que sus tiernos collares ofreciera / con una obstinación enamorada..."

LA GRANADA

La luz está en tu centro,
roja y cálida. Es como una granada
que mostrara, al romperse,
sus gemas de rocío, sus granates,
su rubí transparente.

Sí, amor, tu corazón es una granada loca
que mostrara de pronto su joyero de sangre.

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"TÚ ERES AGUA DE FUENTE MILAGROSA..."

Se describe a la amada como un curso de agua. No de agua canalizada de molino o presa. Ni de agua salvaje de diluvio. Agua de fuente pura, revestida de luz y espiritualidad:“agua de fuente milagrosa... agua de anunciación...” Se decidirá fervorosamente el enamorado poeta a beberla para saciar la sed que pugna entre sus labios...

AGUA

Agua, no de molino,
ruidosa, herida, esclava.
Ni agua de torrentera,
frenética, endiosada, ciega, loca.
Tú eres agua de fuente milagrosa,
sorprendida, turbada, transparente.
Agua de anunciación, al alba pura,
para la sed que pugna entre mis labios.

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"¿NO SIENTES LOS ARROYOS DE LA SANGRE
HABLÁNDOTE DE DIOS...?"



No parece disparatado identificar simbólicamente a un ser humano con una fuente, con un río... Dijo Jesús(Juan 7,38): "Si alguno cree en mí, el agua brotará en él, según lo anunció la Escritura." En "esta sed que se alza de mi sangre..." juega Francisco Garfias, alternativamente, con él como fuente ("Abrirme yo en tu piel como una fuente..."), con ella como "savia / de altísimo delirio". La sensación central del poeta es de sed "redonda y absoluta".

¿Y lo del barro?"Ya sé que eres de barro. Barro soy / terriblemente, yo..." Barro ambos, mas barro enamorado sobre el que Dios (Génesis 2,6s)ha soplado aliento de vida, de vida eterna... ("¿no sientes los arroyos de la sangre / hablándote de Dios?").

No me resisto a reproducir los dos últimos tercetos de "Sumida sed", de Blas de Otero: "Te veía, sentía y te bebía, / solo, sediento, con palpar de ciego, / hambriento, sí, ¿de quién?, de Dios sería. // Hambre mortal de Dios, hambriento hasta / la saciedad, bebiendo sed, y, luego, / sintiendo, ¡porqué, oh Dios!, que eso no basta..."

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ESTA SED QUE SE ALZA
DE MI SANGRE

Abrirme yo en tu piel como una fuente
y correr por tu vida como un río.

Apáguense las voces que retienen
silencios del amor, gozos de alcoba.
Apáguense los ecos que repiten
el rodar macerado de los pasmos
y que la luz se vuelque en este trance
que golpea la voz de mis cimientos.

Yo quiero tu volumen, lumbre exacta
la de mi mano que te mide, absorta
como la luz del sol mide en el astro
meridianos candentes, día tras día.

Ya sé que eres de barro. Barro soy
terriblemente, yo, pero en la médula
de esta tierra de nadie corre savia
de altísimo delirio.

Mugiendo están los poros de mis sienes
en la noche apagada de tu tacto
y todo el cuerpo es una boca ansiosa
para mi sed perfecta,
para esta sed redonda y absoluta
que se alza de mi sangre
como un humo, sin ti.

Ya sé que eres de barro, ¿pero acaso
no sientes los arroyos de la sangre
hablándote de Dios?

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