Encarnado en el presente, no le ha sido fácil a José María Valverde publicar antologías de sus versos. En la última compilación, en edición de autor –"Poesías reunidas (1945-1990)", Lumen 1990–, explica con claridad su criterio de selección:
“Bajo este título incluyo las poesías que sigo queriendo ofrecer al lector, al cabo de estos años, cosa diversa de unas "poesías completas" que no pienso publicar nunca.”
Disfruto en mi biblioteca de tres ediciones seleccionadas por él –las de 1961, 1978 y 1990–, y me resulta muy excitante curiosear al detalle qué poemas ha ido eliminando, qué títulos ha conservado con la mayor fidelidad.
Escribo todo esto para recomendar la última definitiva edición de su Poesía,volumen 1 de sus Obras Completas (Trotta 1998, que sale de imprenta dos años después de fallecer el poeta). Para conocer más detalles de este importante poemario de 440 páginas, que incluye, además, una buena selección de poesía de otros autores traducida magníficamente por él, pulsar aquí.
"EMPIEZO A HABLAR A UN CIENTO DE CARAS MAL DESPIERTAS..."
Los tres primeros sonetos están seleccionados de “La conquista de este mundo” (1960), poemario que así resume el autor: se trata de un título “a dos voces, la primera de las cuales recorre la «historia de la civilización» a través de diez breves estampas, mientras la otra voz cuenta anécdotas personales a modo de comentario.” A tres de estos sucesos íntimos se referirán los próximos versos.
En su voluntario exilio por Estados Unidos y Canadá, las experiencias profesorales de Valverde fueron múltiples y variopintas. En los catorce versos del soneto recoge el poeta, con precisión y honestidad, la dolorosa sensación de fracaso que en ocasiones, como a tantos docentes, turbaría dolorosamente su espíritu...
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
Entro en el aula, empiezo a hablar a un ciento
de caras mal despiertas: por un rato
sobre sus vidas, rígido, desato,
cumpliendo mi deber, el frío viento
del Ser y de la Nada, de la Idea
y la Cosa; la horrible perspectiva
de vértigo que se ha hecho inofensiva,
espectáculo gris, vieja tarea.
Si alguno, casi inquieto, se remueve,
los más sueñan, o apuntan, o hacen ruido.
Pero basta: es la hora ya. De nueve
a diez, vieron el Ser, ese aguafiestas;
prosigan su vivir interrumpido:
yo vuelvo a mi silencio sin respuestas.
"SIN RELOJ YA NO SÉ DORMIR SIQUIERA..."
El tictac del reloj, como el silencioso goteo de la ampolleta de arena, nos va midiendo el tiempo con inexorable precisión. En el soneto "Reloj de pulsera", el poeta extremeño asocia el reloj con la actividad, con los pulsos del corazón que late vivo. Pero también le recuerda que es mortal y que un día dejará de vivir. Ya desde "Hombre de Dios" (1945), el tema de la muerte, para Valverde, se ha venido asociando a la trascendencia.
Así se expresaba en los últimos versos de "Elegía del cuerpo": "Dios nos dará al entrar en sus dominios / el casco y la coraza de su soplo. / Seremos diferentes, claros, bellos, / y seguiremos siendo nosotros, sin embargo." En el soneto actual se vislumbra también algún rayo de luz hacia otra vida, cuando escucha una voz miteriosa que... "me insiste en el recado / de mi muerte y su cita: me recuerda / que me esperan allá..."
RELOJ DE PULSERA
Ni al desnudarme suelto el leve yugo;
sin reloj ya no sé dormir siquiera.
No tengo libertad, y vano fuera
fingir dejar mi hierro y mi verdugo.
El me ata a los demás, al mundo activo:
es la rueda en que engrano con la vida.
Si despierto en lo oscuro, su medida
me liga a tierra firme, me hace vivo.
Pero a la vez, con cuchicheo suave,
en secreto me insiste en el recado
de mi muerte y su cita: me recuerda
que me esperan allá, y que cuando acabe
me escaparé yo solo por mi lado:
libre, entonces no habré de darle cuerda.
"Y SE REPASA LA PRENSA, YA A ESTAS HORAS TAN BORROSA..."
El tercer soneto de hoy describe al poeta interesado en la lectura de la prensa vespertina en un vagón de tren, aunque la luz sea débil. Posiblemente aquel periódico estaba fechado muy próximo al 10 de octubre de 1959, y ofrecería el sensacional suceso de que acababa de ser fotografiada, por primera vez, la cara oculta de la luna.
La verdadera noticia, para el profesor, no era la hazaña astral sino el escándalo de la pobreza y el hambre en un mundo injusto. Me diréis que el poeta es aquí poco lírico, que parece que ensaya una reflexión ética sobre el desigual reparto de la riqueza. No le importa a José María Valverde que le llamen poeta vulgar por este soneto: le gustaba escribir en verso reflexiones filosóficas o metafísicas, al margen de la lírica...
PERIÓDICO DE LA TARDE
Muy bien rueda el vagón –oh ciencia hermosa–
mientras se sueña con la sopa en casa,
segura, aunque frugal, y se repasa
la prensa, ya a estas horas tan borrosa:
rivalizan los sabios en carrera
retratando la nuca de la luna;
mientras, de cada tres personas, una
come o habrá comido antes que muera.
Señores genios, basta: un intervalo:
primero den a todos bocadillos,
y a cada cual, zapatos, y juguetes
al niño, y su jarabe al que esté malo.
Cuando arreglen los casos más sencillos
volverán a su fiesta y sus cohetes.
"Y CON SU PIEL DE SOMBRA NOS ABRIGA..."
El último poema de hoy y del humilde homenaje que dedicamos a Valverde en el Blog, está tomado de "Voces y acompañamientos para San Mateo" (1959) y muestra cómo la pareja, rezando, se ha quedado dormida. Abriga el Padre su piedad con un manto de sueño. Es abrazado el compañero, en la pareja, como presencia regalada del Dios vivo ("y te besa su amor en mi latido").
LA ORACIÓN DE LA NOCHE
Después del día, el ruido, la fatiga,
rezamos un momento, en tanto un velo
de sueño y de ternura nubla el cielo
y anega nuestro amor la noche amiga.
Pero está bien así, que sólo diga
nuestra voz el comienzo. Así el desvelo
de Dios nos ve dormidos en su suelo
y con su piel de sombra nos abriga.
Tú déjale venir, subir sin ruido,
crecer de noche –un río que mañana
habrá llegado al pie de la ventana–,
tú déjale fundirnos en olvido,
pero al dormirte, siente cómo mana
y te besa su amor en mi latido.
