Miguel Hernández y la sexualidad (7). Sonetos iniciales

El rayo que no cesa es el resultado final de un inteligente proceso de depuración. He contabilizado cerca de 80 sonetos anteriores que no llegó a publicar Miguel, pero que, como tantos poemas de adolescencia, brotaron de su alma como eficaz ejercicio literario y existencial. Si con Perito en lunas cincela, repuja, octavas reales, en El rayo que no cesa, su latir oceánico le lleva a la exposición, acristalada en 14 versos, de un pedazo de corazón, con su furiosa y tierna bandada de pececillos de sangre.

1933 y 1934 son años muy intensos de búsqueda personal.Escribe, muy influido por san Juan de la Cruz, espirituales Silbos. Y, simultáneamente con sus versos ascéticos de negación del placer y del cuerpo, descubre en la mujer una presencia trascendente, asimilando su compañía a la de una Virgen, cálida, dulce, amorosa, pero, al tiempo, santísima, inalcanzable...

TÚ TIENES CARA DE MARÍA

La exaltación de la amada es tan fastuosa que el enamorado se siente, a su lado, pequeño, muy pequeño, insignificante, pecador... Veamos algunas estrofas:
Tú tienes cara de María, gesto
de nieve que lo es y que procura
serlo, obstinadamente pura,
pura, pura desde el cabello más modesto...

Bajar al mundo tú fue un accidente
ilustre sucedido a una paloma
ni sé si estás aquí; ni si en el cielo.


Nadie piensa en María sin pensarte,
si alguien dice: ¡Jesús! es sólo al verte,
todo el que grita: ¡miel!, libó tu mano.

Malherida la luz de parte a parte
anda sin ti, tocado yo de muerte,
todos alicaídos, nadie sano.


SOLEDAD DE MI AMOR, A LO DIVINO

La exuberante naturaleza, en la estación del celo, se sobrecarga de lastimeros sones reclamando pareja. También Miguel, desde su corazón en pena, levanta gemidos, salmos de adoración, voces de llanto. Suplica a Dios no quedar fuera en el dulce reparto, de dos en dos, del amor y la vida:

TRINAR DE AMOR

El ruy-señor ¿no silba cuando ama,
fervorosa y devota la postura
y un exquisito aire de amargura
que aflige la existencia de la rama?

La tórtola en el nido ¿no reclama
compaña amartelada y la procura?
La soledad del toro en la pastura
¿no se hace rabia lírica? ¿no brama?

Pues si hay un ruy-señor que se ejercita
en lo dificilísimo del trino
cuando quiere; una tórtola y un toro...

¿Por qué no he de cantar en la exquisita
soledad de mi amor, a lo divino,
yo, un hombre humano, que a una humana adoro?


"SEÑALES DE VIDA"

Un último soneto, inspirado en versos de san Juan de la Cruz("El pastorcico"). El poeta pastor de Orihuela engalana su oficio con hermosos versos. No le faltará en el monte el amor, el cariño de una gentil zagala:

Estas llagas que llevo boquiabiertas
en mis pies y mis manos son de frío
que me ataca la piel al escampío
y abre a mi sangre dolorosas puertas.

A estos ojos inmóviles y alertas
la soledad les dio su señorío
y este ceño pacífico y umbrío
es de mirar las nubes y las huertas.

Esta altura la cumbre me la ha dado,
esta pureza el aire de la aurora,
este color la luz de los enceros,

esta pobreza, Dios, y este cayado.
Y esta manera dulce una pastora
que ilumina el perfil de mis oteros.


El Miguel católico del Auto sacramental, que ha bebido luz mística por los amenos manantiales de Juan de Yepes,enciende, en ascético vuelo de sangre, hogueras místicas hacia el más puro Amor. Nunca llegarán a apagarse por sus alas ciertas pulsaciones de fiebre ascensional.Veamos algunos latidos sanjuanistas en la obra poética de Miguel Hernández:no-sé-qué, ciervo, ausencia/presencia, ¡ay!, ¡oh!, aire, llaga, aquello, soledad, vida/muerte, luz/oscuridad, alma, cántico, silbo...

Ha escrito Francisco Lobera un exquisito estudio: "Al cántico corporal". Afirma, ya de entrada, que la intertextualidad entre la obra de Miguel y la de Juan de la Cruz "es mucho más intensa de lo que normalmente se imagina." Reflexionad, por ejemplo, en los dos títulos que precedieron a El rayo que no cesa:"Imagen de tu huella" y "El silbo vulnerado".
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