Verte jugar, hijo mío...

VERTE JUGAR
Verte jugar es como ver la luz del cielo
en un claro día de primavera,
oír cantar los pájaros,
contemplar a los santos con sus coronas de oro
remontar las azules colinas de la Gloria.
Verte jugar, es como ver la lluvia
temblar en los cristales,
aspirar el perfume de la tierra mojada,
tocar las nubes con los dedos,
beber el agua de los arroyos,
cabalgar en el arco iris,
sentir que nos aman
y que el mundo es hermoso.
Verte jugar, Alfredo, hijo mío, mi hermano,
mi rey despótico y dulcísimo,
es como echar los brazos
al cuello de Dios.
Verte jugar, hijo mío...
Y me perdonaréis que agregue otro poemita de Susana, que presiente que su hijo un día, no tan lejano, volará a otros nidos. Pero mientras tanto...
MÍO
Ven, acércate...
Dame tu mano. Reposa tu cabeza
en mis rodillas.
Ven...
¡Qué dulce tu compañía!
Lejos, más allá de ti, está el silencio,
la soledad, el frío.
Yo me recojo en ti. Acerco a tu hoguera
mis manos ateridas.
¡No me dejes nunca! ¿Qué haré cuando te vayas
con tu mundo a la espalda, qué haré?
Pasará una mujer hermosa
y te irás.
Dirás: –Madre, es la vida.
Y yo no podré, ni sabré, ni querré retenerte.
–Es la vida, diré.
Ven, acércate.
Dame tu mano. Reposa tu cabeza
en mis rodillas.
Ven…
¡Qué hermoso tenerte niño,
entero, mío, esta tarde!