También es familia la pareja sin hijos

Como leía Benedicto XVI en el Encuentro de las Familias:
Dios, que es amor y creó al hombre por amor, lo ha llamado a amar. Creando al hombre y a la mujer, los ha llamado en el matrimonio a una íntima comunión de vida y amor entre ellos, “de manera que ya no son dos sino una sola carne” (Mateo 19,6).
Así que el corazón del matrimonio, a cualquier edad, es el amor del hombre y la mujer. Los hijos, naturales o adoptados, serán una bendición, un regalo de Dios, si llegan. Y, si no llegan, el regalo de Dios será la mutua entrega de estos dos seres de luz, apoyados uno en el otro, caminando juntos hacia la plenitud del encuentro con la Familia Trinitaria.
Os invito a asomaros a la relajada intimidad de una feliz pareja. Cierra José Luis Cano su poema “La tarde” con estos entrañables versos (hay música de ambiente):
Poca cosa es lo que hace falta a veces para sentir la dicha:
una luz, una flor, una brisa, una mano en la nuestra,
o esta tarde que parece de carne, de suavísimo nácar,
tarde entregada para un mirar lentísimo,
para despacio entrarla, como un sueño, en el alma,
para besarla pura, inmaterial, celeste…