El otoño de la pareja (y 2): hacia la diferenciación

El miembro que ha evolucionado reflexiona en voz alta recordando la etapa del otoño conformista:
Yo cantaba para los demás
y cantaba bien,
cantaba como es debido.
Ni una nota más alta que otra,
ni un sonido menos preciso que otro.
Jamás un error,
nunca una nota falsa.
Me escuchaban distraídos
y decían: "¡Qué bonito!"
Decidió romper la rutina. Ha sacado pecho y piensa: Aquí estoy yo; también puedo encender la llama de mi melodía en solitario sobre cualquier camino, sobre cualquier tejado:
Me puse a cantar para mí
y a veces cantaba alto y a veces bajo,
no desentonaba más que lo preciso
con errores cada diez palabras,
notas falsas a voleo
y placer a voz en cuello.
Ya no me escuchaban distraídos;
algunos se tapaban los oídos y se marcharon.
Los que se quedaron
lloraban y decían:
"¡Qué bonito!"
Los instalados suelen señalar el galope en libertad de los creativos como amenaza, provocación, mal ejemplo. En esta etapa de crecimiento personal y de pareja, se vive la intimidad como encuentro gozoso de dos personas diferentes y autónomas que disfrutan, estando juntas o estando solas, la alegría de vivir y ser ellas mismas. No temen decir que No si eso es lo que sienten en lo más profundo.
En el poema Igual que el primer día, de Justo Jorge Padrón, hay una aparente monotonía, pero el amor vence la cotidianidad. Cada uno respeta las ilusiones del otro contemplando y admirando en silencio la fecundidad del ser amado, la fervorosa solidaridad de su existir (pinchar el título).