El primer Corpus

Dos embarazadas, Isabel y María, acarician su estirada piel y palpan las pataditas de alegría de sus pequeños.
Francisco Garfias, en Villancico del primer Corpus, describe la escena de Ain Karin y desvela el misterio de una “alta Custodia / con un Dios de carne dentro”.
Alegra el corazón de todos la redonda presencia entre nosotros de Custodias vivas alimentando secretamente pequeños jesusitos de carne y esperanza. Pero a veces, lo sabemos, se deshoja frívolamente la margarita de la vida. Tuve hambre y no me disteis de comer, estaba desnudo y no me vestisteis, vivía con esperanza el Adviento y nunca me llegó la Navidad...
Hace años invité a muchachos y muchachas adolescentes a piropear a una mujer embarazada. He aquí alguna de las letanías que improvisaron:
Llevas dentro de ti el fruto de tu amor…
Tienes vida, eres vida y das vida…
No ocultes lo que a ti te dio vida…
¡Qué alegría tener un poquito de tu carne y poder darle toda tu alma!...
Mujer, alégrate: eres la creadora, amiga y protectora del nuevo ser…
Como la lluvia y el sol de primavera, cargada de promesas y esperanzas…
¡Qué bonita montaña sembrada es tu vientre!...
Eres nido de la vida…
Bendito el fruto de tu vientre…
Por accidente o voluntario, de una nueva vida eres Santuario…
Bendita tú que te estremeces al oír el latido de su pequeño corazón…
Hasta mañana, amigos…