Los últimos seis años de MIGUEL HERNÁNDEZ (2). El hombre acecha



El poemario "Viento del Pueblo", veíamos, nos presenta un ramillete de versos de acarreo, escritos a vuelalápiz en la urgencia de una guerra justa que hay que ganar. El tono general es optimista, combativo. Justicia contra los enemigos del Pueblo, solidaridad con los desheredados. Amartilla sus versos como poeta de una clase social. Viento/brisa para los suyos, se torna huracanado tigre, diluvio de sal y sangre para los asesinos de la España pobre.

En las primera semanas de 1939, entrega Miguel a la Imprenta Moderna de Valencia un nuevo libro "El hombre acecha". Llegará a imprimirse, pero quedará en rama por la desbandada final de la derrota. Afortunadamente, se ha podido recuperar algún ejemplar. En esta nueva publicación se va apagando el tono épico, imprecatorio, del primer año de contienda, y se nos habla, sobre todo, de sangre, de sangre derramada.



Elabora Miguel Hernández una honda reflexión sobre la brutalidad de la guerra entre hermanos. Se pone en cuarentena el mito del Pueblo bueno, adorable, por el que es santo, justo y necesario dar la vida. Los de la España fascista también son pueblo. También nosotros somos malos ("he regresado al tigre"). Se diluye la apocalíptica división de las dos banderas, para volver a casa: a la persona concreta.
"El hombre, lobo para el hombre" (Hobbes).


El predicador justiciero de la hoz, el martillo y la dorada bola de cristal, se reconvierte a la tierra, recuperando su triste y vieja vocación de "ruiseñor de desdichas". Si el protagonista de "Viento del PUEBLO" era el Pueblo, su Pueblo con hambre, en "El HOMBRE acecha", vate universal, poetiza Hernández para todos. Ya no hay enemigos, sólo hermanos. Ya no hay héroes, sólo hombres.

APARTA, HIJO, O TE DESTROZO

Se abre el poemario con esta dramática, seca "Canción primera", en verso blanco de grito contenido, regresando a la ascética oriolana de las pocas palabras:


"Se ha retirado el campo
al ver abalanzarse
crispadamente al hombre.

¡Qué abismo entre el olivo
y el hombre se descubre!

El animal que canta:
el animal que puede
llorar y echar raíces,
rememoró sus garras.

Garras que revestía
de suavidad y flores,
pero que, al fin, desnuda
en toda su crueldad.

Crepitan en mis manos.
Aparta de ellas, hijo.
Estoy dispuesto a hundirlas,
dispuesto a proyectarlas
sobre tu carne leve.

He regresado al tigre.
Aparta, o te destrozo.

Hoy el amor es muerte,
y el hombre acecha al hombre."




Huye la naturaleza espantada ante el hombre convertido en fiera. El olivo, árbol mediterráneo de la vida, de la paz, se avergüenza del hombre, pone distancia. Y es que el hombre/vegetal, de raíces en la tierra, capaz de llorar y cantar, está regresando a la bestia, recuperó sus garras, camufladas por la educación. Ante el espectáculo de este ibérico museo de los horrores, el poeta se reconoce potencialmente asesino.

Y advierte a su hijo Manuel Ramón, que acababa de nacer el 19 de diciembre, del peligro de tener un padre combatiente: podría volverme loco y clavarte las garras de mi machete ("hundirlas"), o dispararte mi pistola ("proyectarlas"). Estremece oir al autor de la mística "Canción del esposo soldado", cómo grita a su hijo:

-"Apártate o te destrozo". Hoy el amor es muerte. Soy un tigre. Todos somos tigre en esta estúpida selva fratricida. Todos somos lobo para el hombre (Homo homini lupus)."El hombre acecha al hombre" (título del libro).

Ayudadme a ser hombre: no me dejéis ser fiera
hambrienta, encarnizada, sitiada eternamente.
Yo, animal familiar, con esta sangre obrera
os doy la humanidad que mi canción presiente.



Como no hay espacio para mucho análisis, voy a recomendaros dos hermosísimos poemas comentados:

El tren de los heridos

Carta
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