El fundador de los claretianos pasó por Vitoria y dejó huella

Casi a los 205 años exactos de su nacimiento (23 de diciembre de 1807) Vitoria-Gasteiz recuerda con un aplaca conmemorativa el paso de un santo fundador por tierras de Gasteiz: Antonio María Claret, fundador de los conocidos popularmente como “claretianos”.

Así, el 21 de diciembre se llevará a cabo la bendición de una placa conmemorativa de la presencia de Claret en el monasterio de las dominicas el 11 de septiembre de 1866. El acto consistirá en una eucaristía a las 12 del mediodía y la posterior bendición de la placa.

La vida de quien fuera llamado para ser el confesor personal de Isabel II tiene retazos en su biografía que lo vinculan al País Vasco, a sus tierras y gentes. De ello se hace eco el claretiano Jesús María Alday en varias publicaciones, siendo la más específica una que titula: “Un santo por tierras alavesas, Antonio María Claret". En ella recoge el contacto con misioneros vascos durante su etapa como arzobispo en Cuba y sigue el rastro de Claret por tierras de Euskal Herria.

De entre las visitas que hizo a lo largo del año 1866 por tierras vascas destaca su paso por Loiola, ya que en sus inicios la vocación jesuítica fue una de las opciones barajadas en su proyección religiosa.
El paso por la Vitoria de aquellos años, una pequeña ciudad de 19.000 habitantes, fue fugaz, pero sonada. Claro que no tanto por el futuro santo, como por la personalidad a la que acompañaba. Su paso por Vitoria fue motivado por su labor como confesor de Isabel II. Alday recoge en su libro con detalle los fastos y excesos en el recibimiento a la reina, y también una descripción de la estampa vitoriana de mediados del s.XIX.

Mientras la ciudad agasajaba a su ilustre invitada el fundador de los claretianos dedicaba su tiempo a “su misión”, predicar el evangelio allí donde podía. Alday recoge la crónica del ilustre canónigo D. Vicente Manterola, en la que se hace eco de esta prolija labor apostólica del santo catalán: “Ha predicado a las tres Comunidades religiosas, al clero, a los ordenandos, a los acogidos en la Real casa de Misericordia, a los pobres presos en la cárcel, a los enfermos del santo Hospital, a las Senoras de las Conferencias (de San Vicente de Paúl) y a todo el pueblo, en fin, de Vitoria, reunido en la parroquia de San Miguel, a la caída de la tarde del martes último, 11 de septiembre. En cada uno de sus sermones, ha empleado el tiempo de una hora, poco más o menos. No olvidemos que el Sr. Claret, acompanando a la Corte, se ha detenido aquí 66 horas, y podemos calcular qué tiempo se habrá reservado para su descanso este hombre admirable, este Varón apostólico”.

El paso por el Convento de la Santa Cruz, lugar donde se instalará la placa conmemorativa, se conoce gracias a una carta que una religiosa dominica de dicho monasterio enviara a sus hermanas del Convento de San Blas, en Lerma, (Burgos). La religiosa se refería a la visita en los siguientes términos: “Reverenda Madre Priora: Persuadida del gusto que usted recibirà en que me tome el trabajo de poner por escrito lo que en la tarde feliz del día 11 de septiembre del año 1866 nos dijo de palabra el Excmo. Señor D. Antonio Claret, quiero complacerla, a fin de que nos aprovechemos todas. Tendrá que ser sin pies ni cabeza; pero la confianza de que va dirigida a una Madre y hermanas me anima.

Sobre las cuatro y media de dicha tarde se presentó el expresado señor en la reja de la sacristía. Después de un breve saludo, nos dijo: “Supuesto que la divina Providencia me ha conducido a este convento, acostumbro en los demás [a los] que voy dirigir mi palabra a las Religiosas”. Y diciéndole el gusto que en ello tendríamos nosotras también, se arrodilló, hizo la señal de la cruz, invocó al Espíritu Santo, además rezó tres avemarías, empezó a decirnos: “La voluntad de Dios es que seamos santos, que para conseguirlo uno de los medios más necesarios es la oración; que la vocal es como tiro de fuego que hace ruido, mas no siempre consigue herir o matar; mas la mental, figurada al arma blanca, ésta infaliblemente o hiere o mata; que nosotras, manejando bien las dos, conseguiríamos lo que él con su predicación;…”
la carta continua reproduciendo algunas de las palabras del santo a las religiosas.


Cotejando datos, el claretiano, Jesús Maria Alday deduce, con argumentos, que Antonio María Claret estuvo al tanto de las gestiones llevadas a cabo para la creación de la diócesis de Vitoria y apunta una posible mediación con las autoridades políticas del momento tanto para el proceso como para la designación de su primer obispo, mons. Mariano Alguacil. Este papel se quiso años más tarde fuera reconocido en la iconografía de las vidrieras de la Nueva Catedral pero la petición no fue aceptada, aunque sí consta que en el ara de la catedral se encuentran unas reliquias de este santo, quizá a modo de discreto reconocimiento.

Y, cerrando este repaso de algunos retazos biográficos de Antonio María Claret que lo vinculan a estas tierras vascas citar que uno de los dos milagros presentados en su proceso de canonización estaba localizado en Bilbao.

Non solum sed etiam

El próximo 21 de diciembre las hermanas dominicas tributarán un homenaje a uno de los grandes santos de la Iglesia de los últimos siglos. La excusa, una sencilla visita a su convento y una hora de plática a las hermanas. Pero Claret dejó mucho más en Vitoria y justo es reconocérselo, aunque sea a los 205 años de su paso por aquí.

Sin duda que la presencia de Claret merece un sentido homenaje pero la oportunidad ha de ser para reconocer no solo al fundador, sino también a “sus hijos” la labor desempeñada en estas tierras. Por ello, y con el permiso de su autor, Jesús Mari Alday, me permito copiar literalmente otro párrafo de su trabajo anteriormente citado: “La capital alavesa había sido atractivo de fundación claretiana; repetidas veces hablado y proyectado, pero no efectuado hasta 1972 en que un grupo de jóvenes seminaristas llegaban a Gasteiz para cursar teologia en la Facultad del seminario diocesano. Su presencia provisional en un pabellón del convento de Religiosas Salesas, daría paso al año siguiente al alquiler de una casa independiente, tipo chalet, en la calle Elvira Zulueta, n. 12, que serviría de noviciado. Durante estos años la comunidad claretiana en Gasteiz se ha dedicado prioritariamente a la formación de jóvenes misioneros, abriéndose desde su pequeña residencia a las inquietudes de la diócesis y de la ciudad en un momento tan importante de su historia. En 1978 se dejó la casa de la calle Elvira Zulueta para habilitar la nueva residencia, ubicada a pocos metros de la anterior, en el Paseo Fray Francisco de Vitoria, n. 13.
Araba parecía estar destinada a la formación de misioneros claretianos: primero en Agurain y luego en Gasteiz. El numerosímo noviciado de 1920, que abarcaba la gran Provincia de Castilla, se había convertido en una recoleta pero viva comunidad formativa de la Provincia claretiana de Euskalerria. Actualmente la comunidad atiende pastoralmente la parroquia de San Pablo, en el barrio de Ariznavarra y la animación del servicio de la Palabra.
Hoy, la presencia claretiana continua en Araba, Bizkaia, Gipuzkoa e Nafarroa. Muchos han sido los claretianos nacidos en estos territorios que han llevado y siguen llevando el celo misionero de Claret por todo el mundo: hermanos albañiles y carpinteros, predicadores, misioneros, músicos, euskerólogos, profesores prestigiosos, obispos, hasta un cardenal (Arcadio María Larraona), etc.
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