Las otras manos del Papa

Aportaciones a la Hª de la Iglesia desde Vitoria
Benedicto XVI ya se ha retirado. El protagonismo ahora recae sobre los cardenales y personal que gira en torno a la figura del sucesor de Pedro y de la maquinaria vaticana en diversos temas. Hoy resulta más oportuno traer a colación el papel de otras personas que de forma más o menos anónima juegan un papel importante en el funcionamiento de la Igleisa. Son, podriamos decir, las "otras manos del Papa". Y uno de ellos es un vitoriano, monseñor Juan Ignacio Arrieta.


El 22 de febrero de 2013 Benedicto XVI firmaba un motu propio por el que modificaba algunos aspectos de la elección de los sucesores de la cátedra de San Pedro, una materia sobre la que ya se había pronunciado su antecesor el beato Juan Pablo II. El documento empieza señalando: “Con la Carta apostólica "De aliquibus mutationibus in normis de electione Romani Pontefici", dada como Motu Proprio en Roma el 11 de junio de 2007 en el tercer año de mi pontificado, he establecido algunas normas que, abrogando las prescritas en el número 75 de la Constitución apostólica "Universi Dominici gregis" promulgadas el 22 de febrero de 1996 por mi predecesor el beato Juan Pablo II, restablecían la norma sancionada por la tradición, según la cual para la elección válida del Romano Pontífice se requiere siempre la mayoría de dos tercios de los votos de los cardenales presentes.”
Si bien estos documentos llevan la firma del pontífice detrás de su elaboración hay grandes expertos de diversas materias, especialmente de derecho eclesiástico. Entre ellos estos días destaca la figura de un español, de un alavés, de un vitoriano: Juan Ignacio Arrieta.

Juan Ignacio Arrieta Ochoa de Chinchetru nació en Vitoria el 10 de abril de 1951. Actualmente desempeña el cargo de secretario del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, cargo que le fue confiado por Benedicto XVI desde el 15 de febrero de 2007. Fue ordenado sacerdote en la Prelatura del Opus Dei el 23 de agosto de 1977 y el 12 de abril de 2008 fue designado Obispo titular de Civitate. Recibió la consagración episcopal el 1 de mayo de 2008.


Ha sido rector del Instituto de Derecho Canónico San Pío X de Venecia y ha desempeñado los cargos de prelado canonista de la Penitenciaría Apostólica, referendario del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica y Juez del Tribunal eclesiástico del Estado de la Ciudad del Vaticano.
Si trascendental es decidir llevar a cabo cambios, no lo es menos ponerlos por escrito y formularlos de manera correcta y ajustada a las leyes, a la tradición y a otro tipo de consideraciones que conforman el marco dentro del cual se pueden realizar todas las actuaciones e innovaciones. Y para ello están los expertos como monseñor Arrieta.

Non solum sed etiam

Una vez más Vitoria, esta pequeña diócesis del País Vasco, que recién ha cumplido sus 150 años de existencia, y su clero, están “bien situadas” en el momento oportuno y el lugar exacto. Si bien monseñor Arrieta no pertenece al clero diocesano sino que está identificado con la prelatura del Opus Dei, no podrá negarse que sus primeros pasos en el seno de la Iglesia fueron dados en el seno de una comunidad cristiana de esta diócesis. Y aunque pueda resultar cogido con pinzas nada obsta para que esta ciudad se sienta orgullosa de hasta dónde ha llegado uno de sus hijos.

El papel de monseñor Arrieta en la Secretaría del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos puede equipararse a la labor realizada por teólogos de esta diócesis en la reforma litúrgica post conciliar, a la traducción de textos bíblicos para su mejor entendimiento, a la música sacra, puede equipararse casi al hito misionero de de las Misiones Diocesanas Vascas, o al movimiento sacerdotal que nacido al abrigo del Seminario Diocesano se extendió como un reguero de pólvora por el resto de las diócesis españolas a mediados del pasado siglo XX.

La Diócesis de Vitoria, con un Seminario vacío, con un clero desmotivado en muchos casos, con una necesidad de renovación de sus comunidades expresada en su propio Plan Diocesano de Evangelización, sigue siendo una tierra que da frutos dentro y fuera de su demarcación territorial. Porque si bien el caso de monseñor Arrieta es digno de mención y de orgullo, no lo es menos otras realidades quizá no tan internacionales, quizá más locales, pero plenamente evangélicas que hacen de la comunidad cristiana de Vitoria un referente en algunos aspectos en la Iglesia Católica.

Agradezco la aportación que monseñor Arrieta me remite y que adjunto a este post. A través de sus propias palabras conocemos algo más de la persona, del personaje, de su trabajo y del funcionamiento interno del Vaticano en algunas cuestiones.

Sobre mi trabajo en el Pontificio Consejo
Ahora hace cinco años que empecé mi trabajo en la Curia, y la verdad es que yo sigo en el mismo campo al que me dedicaba antes de venir aquí: el campo jurídico de la Iglesia, el Derecho canónico. Antes me ocupaba de la enseñanza, en Facultades de Derecho Canónico, en Pamplona, en Roma y en los últimos años en Venecia. Ahora me dedico a un Derecho canónico más práctico, si se quiere, pero también muy interesante y enriquecedor, pues es muy universal y uno está aprendiendo todos los días.
El Pontificio Consejo para los Textos Legislativos es el organismo que asesora a la Santa Sede y a las Conferencias episcopales de todo el mundo en materia de nuevas leyes canónicas o de reforma de las leyes que ya existen. El legislador para la Iglesia universal es, de todos modos, el Papa, nosotros nos ocupamos del aspecto material, siguiendo las indicaciones del Magisterio. También hacemos dictamenes sobre los aspectos jurídicos de nuevos documentos de los Dicasterios, o estudiamos problemas técnicos y jurídicos más complejos: por ejemplo, aspectos concretos de relaciones con los Estados, cuestiones jurisdiccionales., etcétera.
Como digo, es un campo bastante amplio y variado, y la intervención del Dicasterio es principalmente de asesoramiento, de ayuda a otros para que puedan enfocar bien la solución de problemas. También nos consultan directamente muchos obispos y muchas curias diocesanas de todo el mundo, y siempre respondemos a todos con opiniones o sugerencias. La potestad jurisdiccional que tiene el Dicasterio se limita a pocas cosas, porque lo principal es la orientación canónica que tratamos de prestar.
¿Cuál es el margen real de un Papa en la toma de decisiones que afecten a cuestiones de régimen interno de la Iglesia – qué papel juegan las personas como usted que asesoran en materias concretas, que recae en sus manos la formulación escrita que constituirá la base de la modificación o innovación de la que se trate?
Como es la Autoridad Suprema, es lógico que el Papa tenga efectiva capacidad de decisión en todas las cosas que corresponden a la Santa Sede, porque hay otras que corresponden a cada Obispo diocesano, eso sí gobernando en comunión, porque esta es una exigencia de la colegialidad episcopal que afecta a todos y no solo al Papa como a veces se cree.
Pero en esas materias de competencia de la Santa Sede el Santo Padre actúa generalmente a través de sus colaboradores, que son las personas e instituciones que trabajamos en la Curia Romana. Hay un sistema de normas y reglamentos que fijan cuál es aquí la misión de cada uno. Las cuestiones más relevantes tiene que decidirlas el Papa, después de haberlas estudiado el organismo competente. De otros temas el Papa debe ser informado, y las cuestiones ordinarias, la gran mayoría, las resuelven directamente los colaboradores del Papa en cada Dicasterio, siguiendo las directrices generales que se hayan recibido del Santo Padre.
Lo importante en los colaboradores es que actúen como fiel reflejo de lo que el Papa señala; que sepan informarle correctamente, dando el peso adecuado a cada cosa, y para eso hay que escuchar todas las campanas, evitar juicios precipitados, etcétera. Este es el trabajo que hacemos. A veces no es fácil encontrar solución a los problemas, sobre todo si son cosas nuevas; hay que confrontarse con otros, pedir consejo, trabajar en equipo…, y concretamente, rezar para que haya luz y un poco de imaginación para “acertar”…, porque todos somos limitados.

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