J. Ignacio Calleja Ceuta: sin dar lecciones, pero sin callar

(J. Ignacio Calleja).- Me sorprende que haya dudas entre gente de Iglesia, sobre si hay que hablar o no del desastre humanitario de Ceuta -se dice- "con lo difícil que es resolverlo". Si el motivo del silencio es que la Iglesia no sabe qué hacer o que lo que sabe, no se atreve a hacerlo, que lo diga. Pero callar, nunca. Humildes, siempre. Sinceros, siempre. Con la verdad de lo que uno hace o no hace, siempre, pero ¿callar? ¿De dónde sale este catolicismo que reclama callar porque la política es una gestión realista de las cosas, o porque tampoco uno hace demasiado para evitar estos desastres humanitarios?

¿Cómo que callar? Hablar bien alto y adquirir los compromisos que podamos, o reconocer las traiciones que cometemos, pero ¿callar? La gente que esto reclama no lee el Evangelio. No me avergüenzo de ser pecador -ante todo- sino de callarme ante el pecado social para que no se note el mío.

¡Por favor, qué es esto! Hay que hablar, y denunciar, y aclarar, y ver dónde están las causas, y exigir su remedio, y adquirir compromisos,... y si no es posible la política de otro modo, irse. Nadie está obligado a estar en los aledaños del terror. ¿Quito estas dos últimas palabras? No.

Pero es que hay formas de dar pasos, y Europa lo sabe, y España sabe que Europa lo sabe, y lo sabe Marruecos,... alguien habrá de exigir pasos y medidas, y esos somos nosotros, los ciudadanos de Europa por delante.

Por el camino que vamos,... que si "esto es difícil", esto "es imposible", y "tú haces menos", y "no hay para todos", y "pobres gobernantes", "ponte en su lugar", "hablar es fácil", "tú qué harías"... Solo falta recomendar que el Domingo se ore ante el Dios de la Vida, por el eterno descanso de los finados y, de paso, para que termine el hambre en el mundo,... No vamos a recorrer ese camino de religión alienante donde las haya, si eso es todo lo que sabe decir. Nadie debe ir por la vida social con los ojos tapados.

Y mil veces lo diré, la pregunta no es si yo sé resolver este problema y cómo, y ahora mismo y con una varita mágica, sino si tú y tú, y yo, queremos ponernos de lado de una solución humanitaria y política a esto; con todo el significado que tenga en denuncia, en caridad, en lucha por la justicia y en cambio social.

Y no como un aspecto aislado de la solidaridad y justicia -en una vida plagada de conformismo con el sistema de poder y dinero- sino como un eslabón más en una trayectoria vital coherente. ¿Quieres tú que otra sociedad más justa, solidaria y sobria, sea posible en cualquier lugar de la única Tierra? Pues echa una mano hasta el hombro.

Si Jesús hubiera hecho los cálculos éticos que el posibilismo político nos reclama, todavía estaría esperándole la cruz.

Volver arriba