"Los continentes económicos han suplantado a la geografía de los países" Faraonización de la economia global
La faraonización remite a cinco milenios, cuando Narmer estableció el primer estado centralizado de la historia, unificando a los reinos del alto y bajo Egipto en el 3.100 AC. Así, faraón concentraba bajo su poder las funciones políticas y religiosas
La estabilidad del faraonismo tenía un elemento fundamental en su soporte temporal, la esclavitud. Sin lugar a dudas, era un recurso estructurante de su estabilidad política y económica; un puntal decisivo
| Marco Antonio Velásquez Uribe. Ing. Agrónomo, Magíster en Economía Agraria PUC
La faraonización remite a cinco milenios, cuando Narmer estableció el primer estado centralizado de la historia, unificando a los reinos del alto y bajo Egipto en el 3.100 AC. Así, faraón concentraba bajo su poder las funciones políticas y religiosas. En lo político, ejercía la potestad legislativa y tenía facultad de “hacer la guerra”; era el dueño de las tierras, que distribuía para cobrar tributos y acceder a las cosechas.
En lo religioso, era reconocido como la encarnación del dios Horus (hombre con cabeza de halcón) y se le consideraba hijo de la deidad del sol, Ra. En su propia muerte, asumía la condición de Osiris, asegurando su inmortalidad y convirtiéndose en el justiciero de los muertos. Con tal estirpe mitológica los faraones eran los más directos y genuinos representantes de los dioses en la tierra.
El poder terrenal y trascendente permitía a los faraones asegurar el orden (el Ma'at), que incluía la dimensión divina, la verdad, la justicia y la armonía. Así, el linaje, las potestades y la misión faraónica articulaban una cosmovisión segregada socialmente.
La fecundidad de la organización política, social, económica y religiosa fue exitosa. La longevidad de tres milenios de faraonismo da cuenta de estabilidad, superada solo por las dinastías chinas que llegaron a cuatro milenios.
Considerando la longevidad, las dinastías chinas habían sido más exitosas, al sobrevivir en más de un milenio al faraonismo. Es algo relevante que brinda ocasión para un análisis futuro.
La estabilidad del faraonismo tenía un elemento fundamental en su soporte temporal, la esclavitud. Sin lugar a dudas, era un recurso estructurante de su estabilidad política y económica; un puntal decisivo.
Ahí es donde la Historia de la Salvación, en su versión cristiana, con sus mitos y realidades, ofrece una perspectiva rica en contenido para comprender el agotamiento de una cultura trimilenaria.
Precisamente, el cuestionamiento de la organización social del trabajo, basado en la esclavitud, se transforma en una bisagra histórica que marca el curso del tiempo en un Antes y Después de Cristo (AC y DC). En consecuencia, el fenómeno político del malestar de las mayorías empobrecidas y esclavizadas se transforma en un grito cultural que definirá el curso de la historia. Ahí surge un hecho irrefutable, que lo político y lo religioso, al unirse indisolublemente como una amalgama transformadora de la realidad social y cultural, están llamados a hermanarse más que a rivalizar.
Otro elemento estructurante del cambio social, cultural y económico, es el orden.
En efecto, antes que una bandera de lucha partidista, el orden contiene un aspecto endógeno y sinérgico que favorece la estabilidad. Pero, no se trata de cualquier orden, sino de una condición fundamental que debe garantizar la armonía social.
Las tres religiones monoteístas aportan su mejor patrimonio histórico y moral cuando reconocen que todos los hombres y mujeres son hijos de Abraham
Es ahí donde, nuevamente, la política encuentra en la religión a su mejor aliado. Las tres religiones monoteístas aportan su mejor patrimonio histórico y moral cuando reconocen que todos los hombres y mujeres son hijos de Abraham, dando origen al valor de la fraternidad.
De ese hecho teológico y tautológico brota el deber de la justicia social, no como una bandera de lucha, sino como una condición moral que los pueblos deben buscar y perseguir con medios políticos legítimos.
¡Cuanto mayor imperativo moral supone ello para los cristianos!
Desde que en 2005, Zygmunt Bauman acuñara esa alerta sociológica de la Vida Líquida, la sociedad global no ha cesado de licuar la vida en sus más variadas formas. La justicia cedió al economicismo la responsabilidad de ser el eje rector de la conciencia social. Y desde entonces, como bien pre-dijo Milton Friedman en el prólogo de su libro de la Teoría de los Precios, “Todo tiene precio”.
En el contexto de licuación de la vida cultural y política, el faraonismo pareciera estar irrumpiendo, más que por su nostalgia, por la evidencia empírica de una realidad que comienza a dar visos indiscutibles de un proceso galopante.
Es sabido que, con la caída del Muro de Berlín en 1989 cayeron las ideologías. El discurso orientado a convencer a multitudes, sucumbió al realismo de sociedades que aprendieron a valorar más su libertad y pragmatismo que las utopías. Así, la política convencional se vació de contenido y de electores, provocando la crisis de las democracias.
Una nueva era capitalista, cuya irrupción veloz y preocupante llevó al Papa Juan Pablo II a proclamar en 1991 su encíclica Centesimus Annus, donde denunció proféticamente al Capitalismo Salvaje
Con el paradigma de que “Todo tiene precio”, se inauguró una nueva era capitalista, cuya irrupción veloz y preocupante llevó al Papa Juan Pablo II a proclamar en 1991 su Encíclica Centesimus Annus, donde denunció proféticamente al Capitalismo Salvaje. Inédito para un hijo de los Cárpatos.
Los diagnósticos se quedaron cortos y no se vislumbró la capacidad faraónica de acumulación de capital que se disparó; cuando la carrera ya estaba lanzada. Los tigres asiáticos, el milagro económico de aquí y de allá; mientras EEUU consolidaba su superioridad y la resiliente China lo hacía en silencio. Ronald Reagan y la Thatcher eran los íconos del nuevo orden mundial; mientras el cambio tecnológico aceleró todo. El mundo pasó de una escala aritmética a proporciones geométricas.
Sutilmente se impuso en el nuevo orden mundial, la desregulación de los mercados. Enron, un gigante de la energía, se convirtió en El Caballo de Troya del éxito, cuyo crecimiento acelerado y deslumbrante obnubiló el horizonte de los negocios, hasta que en 2001 reventó en una estrepitosa quiebra. En 2008 Lehman Brothers, un gigantesco banco de inversiones, también quebró creando un colapso bancario mundial.
Empresas Auditoras, Fiscalizadoras, Clasificadoras de Riesgo y otros actores claves de la gobernanza empresarial hicieron “vista gorda” a la hora de velar por los principios de la contabilidad generalmente aceptados (PCGA), así como de la transparencia y las buenas prácticas. Los bancos centrales salieron al rescate de los bancos privados, generando las transferencias más siderales de riqueza, desde la gente común a la banca. La ética murió, tiempo después de las ideologías.
El panegírico global fue la creación de las normas IFRS (International Financial Reporting Standard) para superar los vicios de la contabilidad. Son las Normas Internacionales de Información Financiera, que eufemísticamente establecieron los principios de la gobernanza, la transparencia y las sanciones.
Mientras tanto, los gobiernos siguieron multiplicando déficits fiscales. La emisión de deuda pública se volvió inorgánica y se impuso la fe en las finanzas globales.
Sí, ese mismo fiat o fe con que María aceptó la encarnación del Hijo de Dios en su vientre virginal, se instaló en el dinero. Ya estaban sentadas las bases para fortalecer el dinero fiat, que no necesitaba estar respaldado con reservas de oro, porque ahora sólo bastaba contar con la fe pública.
Esto no fue un momento, fue un proceso de evangelización osmótico y efectivo, que se convirtió en el más grande fenómeno religioso de la historia, en que los países de todo el mundo, gigantes y pequeños, de izquierdas y derechas, consiguieron la conversión de pueblos enteros tras la confianza absoluta en el dinero inorgánico. Es lo que se conoce como dinero fiat. Gracias a esa fe, donde los consumidores creen ciegamente en el valor del dinero que poseen, en circunstancias que su valía está en la flexibilización cuantitaviva, un concepto que significa que los bancos centrales seguirán emitiendo deuda cada vez más inorgánica. Es la entronización fastuosa de Mamón, el dios del dinero, de la riqueza, de la avaricia y de la codicia.
Con el mundo a la deriva, y las finanzas públicas técnicamente quebradas, la sorpresa vino una vez más desde EEUU.
La Heritage Foundation, que congrega a conspicuos personajes del mundo económico norteamericano, con profundas raíces conservadoras y cristianas, aboga por la libertad económica, el Estado reducido, la libertad individual y exacerba el supremacismo racial.
Dicha fundación creó el Proyecto 2025, un documento que contiene propuestas de gobierno ultraconservadoras que fortalecen el poder ejecutivo, aspira a “desmantelar” la burocracia estatal y tomar el control sobre los principales enclaves de poder del Estado. También promueve los valores cristianos y se le critica por la intención de crear una suerte de “nacional cristianismo”.
En los hechos, el movimiento MAGA (Make America Great Again), “Hagamos Grande a Estados Unidos de Nuevo”, responde literalmente al Proyecto 2025, pese que Donald Trump niega su adhesión.
Para ilustrar cómo el faraonismo ha venido estableciéndose como un fenómeno global, hay que dimensionar cómo los Estados del mundo han venido perdiendo poder frente a los verdaderos poderes mundiales. De ahí surge una paradoja contundente:
Mientras poco más de ocho mil millones de habitantes del mundo dependen de sus gobiernos para su vida social, y en muchos casos su subsistencia, pocas personas del mundo dirigen las riendas del poder económico, donde los gobiernos no tienen capacidades económicas; mientras estos imperios faraónicos tienen capacidades económicas exorbitantes, muchísimo más grandes que el poder de los Estados. Los continentes económicos han suplantado a la geografía de los países. Pinche en el link para ver el cuadro.
¿Podrá el mundo sobrevivir a esta verdadera hecatombe copernicana, o habrá que esperar una nueva conciencia humana; la del hombre libre y superior de Friedrich Nietzsche que prevenga a una humanidad desvariada de tanto embotamiento por trabajar y agobiarse por sobrevivir que no es capaz de ver el rumbo de la historia?
Tal vez, más que eso, la fuerza del espíritu de los hijos e hijas de Abraham siga clamando al Cielo.
Etiquetas