"Las propuestas sinodales del grupo ‘Ibilian’ sintetizan el espíritu del proceso sinodal" Félix Placer: "El no reconocimiento de conflictos diocesanos existentes en Vitoria conduce a la uniformidad que asfixia la diversidad"

Diócesis de Vitoria
Diócesis de Vitoria

"En este mundo conflictivo la Iglesia no está  en un remanso de paz. Sufre también graves diferencias y conflictos, crisis internas que alteran su comunión, diferencias y divergencias que afectan a una relación madura y equilibrada"

"En este contexto deberán entenderse y resolverse divergencias y conflictos como los que afectan, a la diócesis de Vitoria donde un grupo  numeroso de personas cristianas  han expresado su opinión crítica que han descalificado reacciones oficiales con las consiguientes adhesiones"

"Sus análisis críticos y denuncias, en especial al  Obispo diocesano, expresan el conflicto de fondo creado por su estilo de gobierno,  manifestado en sus actuaciones"

"Superar modelos, monárquicos, absolutistas y clericales, vigentes durante siglos, donde toda crítica y conflicto eran interpretados como disidentes y, por tanto, descalificados o condenados"

El Papa Francisco invitó  a ser ‘Iglesia en salida’ para ofrecer al mundo actual en sus graves y crecientes problemas  su mensaje y solidaridad, haciéndose eco de la Constitución pastoral del Vaticano II que proponía como  método el diálogo y colaboración desde el evangelio para lograr “la renovación de la sociedad humana”. Ante los graves enfrentamientos sociales, políticos, económicos, culturales, ecológicos, es el camino a fin de  ofrecer respuestas urgentes a un mundo en graves crisis  que desembocan en  conflictos bélicos poniendo en peligro a toda la humanidad. Ucrania es la punta de un iceberg de conflictos mundiales que amenazan con el hundimiento  de la convivencia humana.

En este mundo conflictivo la Iglesia no está  en un remanso de paz. Sufre también graves diferencias y conflictos, crisis internas que alteran su comunión, diferencias y divergencias que afectan a una relación madura y equilibrada. Son una constante en la historia de la Iglesia; pero su modo de responder a ellos ha sido muy diverso llegando incluso a separaciones históricas, que ahora se lamentan y  se intenta superar, como es el talante del Papa Francisco en sus encuentros. Su última propuesta es una “Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, involucrando a todo el Pueblo de Dios de forma hasta ahora inédita y esperanzada.

María Jesús Olarte y José María Aguirre
María Jesús Olarte y José María Aguirre Cadena Ser

En este contexto deberán entenderse y resolverse divergencias y conflictos como los que afectan, a la diócesis de Vitoria donde un grupo  numeroso de personas cristianas  han expresado su opinión crítica que han descalificado reacciones oficiales con las consiguientes adhesiones.

Dentro  del clima y actitudes sinodales 

Desde “una mente y corazón abiertos, sin prejuicios”, la aportación de este amplio grupo (‘Ibilian’/en camino)  intenta, como  invita la consulta sinodal, a “hablar con valentía (sin miedo), libertad, franqueza y caridad” y aportar sus opiniones con sentido positivo  “al diálogo desde las divergencias de diversos puntos de vista”.

Sus análisis críticos y denuncias, en especial al  Obispo diocesano, expresan el conflicto de fondo creado por su estilo de gobierno,  manifestado en sus actuaciones y por el sesgo pastoral, a su modo de ver involutivo,  que está dando a  la Iglesia local  alavesa.

Aun reconociendo la pluralidad diocesana, las afirmaciones de esta  ‘Reflexión’ han sido calificadas por el obispado como “anacrónicas, secularizadas, ideologizadas y excluyentes”. Esta desautorización, apoyada por otro grupo de personas, se opone a  lo que en principio se presentó como colaboración y diálogo con el Obispo. 

De esta manera están desviando el sentido de  una crítica,  que quiere ser honesta, a terrenos de confrontación y enfrentamiento, sin voluntad de asumir un conflicto existente.

Hacia la integración del conflicto

Sin embargo el conflicto es inherente a la Iglesia histórica desde los tiempos apostólicos (Gal 2,11-14) con diferentes significados, amplitud e incidencias. En muchos de ellos la Iglesia no ha actuado con actitudes dialogantes y han conducido a penosas divisiones por las que la misma Iglesia hoy ha pedido perdón. 

Vaticano II
Vaticano II

En otros casos el conflicto ha sido punto de partida para una renovación. Así ocurrió en  el mismo Concilio Vaticano II que partió de una situación de  conflicto interno eclesial entre un fuerte y beligerante talante conservador y las nuevas teologías y orientaciones pastorales,  para acceder desde nuevas posiciones y relaciones a un diálogo con el mundo y dentro de la misma Iglesia.  El Sínodo actual culmina, con audacia este proceso dialogante que asume discrepancias, puntos de vista diferentes y conflictos para acceder a una Iglesia auténticamente  participativa.

Evidentemente  este cambio de rumbo, desde el Vaticano II, se apoya en lo que implica ser Pueblo de Dios (Lumen gentium cp.2) como núcleo constitutivo corresponsable y sinodal de la Iglesia a cuyo  servicio está la Jerarquía (LG 18).   Debe, por tanto,  superar modelos, monárquicos, absolutistas y clericales, vigentes durante siglos, donde toda crítica y conflicto eran interpretados como disidentes y, por tanto, descalificados o condenados. Tal vez, en las posiciones  adoptadas por quienes rechazan con contundencia los conflictos diocesanos aludidos, falta escuchar el llamado a una “conversión pastoral”,  como nueva actitud que pidió el Papa en su exhortación apostólica Evangelii gaudium y que guía el espíritu sinodal. 

Una diócesis  dialogante 

En la “diócesis, porción  del Pueblo de Dios” (ChD 11), se realiza la Iglesia tanto en sus relaciones como en sus objetivos básicos y líneas  de pastoral, compartidas  sinodalmente en su elaboración y desarrollo, con actitudes de comunión con todo el  pueblo de Dios, unión con el obispo y fidelidad a los signos de los tiempos.

En consecuencia el no reconocimiento de  conflictos diocesanos existentes conduce a la uniformidad que asfixia la diversidad y pluralismo, a la  imposición  episcopal, al clericalismo funcionarial, a grupos cerrados  en lo que consideran su ‘carisma’, a la falta de conciencia de los signos de los tiempos. De ahí se derivan las siguientes desviaciones: 

Iglesia soñada
Iglesia soñada

a)    Imposición de determinadas tendencias unilaterales, los cual atenta directamente contra el principio pastoral de pluralidad diocesana.

b)    La exclusión de personas o grupos determinados impidiendo la expresión plural del pueblo de Dios y sus múltiples carismas. Se anulan o  marginan por parte de sectores dirigentes diocesanos otras tendencias y aportaciones  de la  base. 

c)    Oposición a la secularidad y en consecuencia a la cultura y la experiencia plural de un mundo laico que no encuentra sintonía y comunicación  con nuestra manera de presentar y ofrecer hoy el evangelio.

d) La tentación eclesiocéntrica a la que se refirieron Obispos vascos anteriores:

Nuestras mismas “Orientaciones Diocesanas de Pastoral” parecen bascular más hacia la acción catequética y celebrativa que hacia la misión de compromiso liberador que le es tan consubstancial como las dos anteriores... Se impone modificar nuestro comportamiento de dominación, de disfrute y de autosuficiencia. Hay que crear un nuevo estilo de relaciones humanas inspiradas en la justicia y el servicio a los más pobres y necesitados (Carta Pastoral, 1983, La Iglesia, comunidad evangelizadora).

Por supuesto no faltan hoy planes actuales de evangelización y  proyectos de remodelación, pero a la hora de realizarlos se observan resistencias  para ponerlos en práctica de manera eficaz, plural  y organizada.  Por varias razones.

Si consideramos la forma de las iglesias diocesanas en su conjunto, todavía   reflejan y reproducen formas de  verticalidad y dependencia, con una notable ausencia de  pluralidad  y apertura. Tenemos  dificultades para ser realmente ‘Pueblo de Dios’ donde la igualdad, la dignidad de todas las personas, la comunión se realicen de manera práctica y consecuente. Somos más bien uniformes en nuestra forma de ser Iglesia en cada lugar. De hecho en encuentros diocesanos se aporta poca originalidad y planteamientos alternativos. En consecuencia, algunas  remodelaciones corren el riesgo de ser mas bien adaptación de lo ya existente. 

Iglesia sinodal
Iglesia sinodal

Las estructuras diocesanas son todavía piramidales. El obispo y presbíteros  acaparan en general los órganos directivos. No se observa una voluntad efectiva que  cambie esta imagen de nuestra Iglesia poco participativa y carente  de búsqueda  de nuevas formas de comunicación, donde se viva un clima  de libertad y de pluralismo. En unas diócesis así estructuradas no es fácil impulsar la responsabilidad común y la sinodalidad, ya que no resultan creíbles. El ‘sensus fidelium’ (sentido de los fieles) no es una voz escuchada y sus cauces oficiales (consejos pastorales, etc.) son limitados, cuando no dirigidos y controlados. Hoy, sin duda,  estamos ante una oportunidad  especial con el Sínodo que quiere  superar estos obstáculos que aun pesan ante la libertad de opinión y expresan sospechas y  desconfianza.  

El ministerio sacerdotal aparece todavía como heredero de modelos  clericales del pasado. Sin embargo su sentido, según el Vaticano II,  radica  en estar  al servicio de la comunidad en nombre de Cristo como cooperador del orden episcopal (PO 2)  y  en relación con el sacerdocio común de todos los fieles (LG 10) con plena participación de todas las personas  creyentes insertadas y comprometidas en el barrio, en el pueblo o lugar en que viven y trabajan para que crezca el Reino de Dios.

Del conflicto a la creatividad  para una renovación eclesial

Por tanto para ofrecer respuestas creativas a los conflictos, honestamente asumidos, hará falta aceptar, a mi entender, los siguientes desafíos:

un ejercicio de  la autoridad en la organización eclesial que no puede desentenderse de  la aceptación de una plena  participación del pueblo de Dios  en sus  estructuras; 

la  desigual situación de la mujer en la Iglesia que reclama igualdad de derechos  y funciones; 

una  libertad comunicativa,  con  espacios organizados donde cada persona pueda decir lo que vive y piensa  desde su experiencia, siendo creativos en formas  de relación entre las personas  y  los grupos;

nuevas actitudes de los obispos que,  como afirmaba el obispo brasileño A. Lorscheider, deben escuchar al pueblo, su  cultura, su memoria, en su lengua, sin tener que decir la última palabra. “Devolver la palabra al pueblo creyente es un viejo deber de  sus pastores”, recordaron anteriores obispos vascos; 

Iglesia en salida
Iglesia en salida

solidaridad “con  los pueblos del mundo que  quieren ser artífices de su propio destino… transitar en paz su marcha hacia la justicia…sin tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones religiosas sean respetados”, como pedía el Papa Francisco.

En consecuencia los nuevos signos de los tiempos de un mundo diferente, democrático, participativo, de igualdad e intercomunicación, de respeto de los derechos humanos y plural desde diversas culturas y sensibilidades, implica directas exigencias a la Iglesia para escuchar y responder a los conflictos planteados y convertirse:

de una Iglesia  eclesiocéntrica, a una Iglesia reinocéntrica que busca y ofrece  la Justicia del Reino de  Dios;
de una Iglesia  unicéntrica,  a una iglesia “poliedro, confluencia de parcialidades”;
de una Iglesia occidental,  a una iglesia universal;
de una Iglesia jerarquizada y clerical,   a una Iglesia Pueblo de Dios;
de una Iglesia vaticana,  a una Iglesia de la periferia, con los pobres;
de una verdad única y excluyente, a una revelación compartida.

Las  propuestas sinodales del citado grupo ‘Ibilian’ sintetizan el espíritu de este proceso:

“Queremos una Iglesia local renovada, sinodal, no anacrónica o desviada ideológicamente, sino fiel al Evangelio y coherente con la línea del Concilio Vaticano II, que sea creíble y aceptable en nuestra sociedad. Para ello vemos necesario ofrecer propuestas audaces y comprometidas que   abran caminos de esperanza, desde la conciencia de sentirnos Iglesia, Pueblo de Dios, en solidaridad con todas las personas, en especial con las más pobres, y compartiendo con la humanidad gozos y esperanzas, tristezas y angustias, con respeto y amor”.

En definitiva nuestra referencia definitiva es el misterio pascual de la cruz donde  Jesús asume el radical conflicto de la humanidad para transformarlo, desde la compasión, en reconciliación liberadora  y resurrección salvadora. 

Logotipo oficial del Sínodo 2021-2023 ‘Por una Iglesia sinodal’
Logotipo oficial del Sínodo 2021-2023 ‘Por una Iglesia sinodal’

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