"Cuando la Iglesia calla, los poderosos ganan y el pueblo pierde" Guatemala necesita una Iglesia que despierte conciencias

Cristo de Guatemala
Cristo de Guatemala

"El mensaje del Papa al Congreso Misionero Guatemalteco no es un texto piadoso: es una sacudida"

"Muchas veces la Iglesia en los últimos tiempos ha preferido el silencio prudente a la palabra profética. Ha cuidado la institución, pero ha descuidado al pueblo"

"El Papa nos confronta: la misión no es repetir actividades religiosas; es ver la realidad con ojos de compasión, juzgarla desde el Evangelio y actuar con valentía"

"Guatemala está cansada, pero no está vencida. Si la Iglesia despierta conciencias, Guatemala puede despertar con ella"

Guatemala atraviesa una crisis profunda: corrupción que se recicla, violencia que no cede, pobreza que hiere, racismo que divide y una migración que vacía familias enteras. En este escenario, el mensaje del Papa al Congreso Misionero Guatemalteco no es un texto piadoso: es una sacudida. La misión comienza en el corazón, nos recuerda, y esa frase debería resonar como alarma nacional.

Porque, seamos sinceros: muchas veces la Iglesia en los últimos tiempos ha preferido el silencio prudente a la palabra profética. Ha cuidado la institución, pero ha descuidado al pueblo. Ha administrado sacramentos, pero no siempre se ha dedicado a sanar heridas. Ha predicado esperanza, pero ha temido denunciar lo que destruye la vida de los más débiles y empobrecidos que son la inmensa mayoría. Y cuando la Iglesia calla, los poderosos ganan y el pueblo pierde.

Creemos. Crecemos. Contigo

Guatemala

El Papa nos confronta: la misión no es repetir actividades religiosas; es ver la realidad con ojos de compasión, juzgarla desde el Evangelio y actuar con valentía. Guatemala no necesita más discursos; necesita corazones convertidos y manos dispuestas. Necesita una Iglesia que deje de esperar condiciones ideales y empiece a caminar con su gente: en comunidades rurales abandonadas, en colonias urbanas sitiadas por el miedo que provocan las maras o pandillas, en las fronteras donde comienza el dolor migrante.

La figura del Hermano Pedro es un llamado urgente. Su campana no era adorno: era una denuncia y una esperanza. Despertaba corazones, recordaba que Cristo sigue pasando hoy por cada pobreza, cada injusticia, cada lágrima. Guatemala necesita que esa campana vuelva a sonar, fuerte y clara. Y sólo sonará si los cristianos dejamos de vivir encerrados en el miedo, la comodidad o la neutralidad disfrazada de prudencia.

Hoy la misión exige defender la vida sin ambigüedades, denunciar la corrupción que roba futuro, acompañar a las víctimas de la violencia, proteger a los niños y jóvenes, respetar profundamente a los pueblos indígenas, y caminar con quienes buscan justicia. La misión exige también proponer:

-Comunidades abiertas e incluyentes donde nadie se sienta solo.
-Procesos formativos que lleven la semilla de la transformación, que generen liderazgo ético y se empeñen en incidir en su entorno social.
-Espacios seguros para la niñez y abiertos para acoger a los jóvenes.
-Laicos y laicas que construyan puentes donde otros levantan muros.

Este es el tiempo de una Iglesia que hable menos de sí misma y más del sufrimiento del pueblo. Una Iglesia que no bendiga sistemas injustos, sino que siembre esperanza y exija cambios. Una Iglesia que incomode a los indiferentes, cuestiones a los poderosos y consuele a los heridos.

San Romero

Guatemala está cansada, pero no está vencida. Si la Iglesia despierta conciencias, Guatemala puede despertar con ella. La misión empieza adentro, pero termina transformando afuera. Y hoy, más que nunca, este país necesita transformación.

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