Jairo del Agua ¿Tiene la Jerarquía misericordia del Pueblo de Dios? (IV)
(Jairo del Agua).- Terminaba la parte anterior, la penúltima, llorando por una Iglesia que camina hacia el destierro. No es la primera vez que lloro públicamente por mi Iglesia.
Se nos vacían los templos, nuestros hijos no comprenden nuestra religión (a pesar de que les impusimos estudiarla), la gente nos mira con recelo o vergüenza ajena, salvo cuando demostramos solidaridad. No comprenden ni nuestro rancio inmovilismo, ni nuestras teorizaciones o supersticiones.
Pero seguimos rechazando a los profetas, no queremos oír críticas, nos aferramos a las formas, a las cuadrículas, a los ritos, a las rutinas, a las "tradiciones de barro". Confundimos "fidelidad" con "clericalismo". Nuestros Pastores se pasan la vida haciendo "planes", pensando en evangelizar, ideando estrategias, "pensando"... Es lógico, son intelectuales, los mejores de la clase, los triunfadores, los llamados a mandar.
No les niego buena voluntad, es seguro que la tienen (también la tenían los crucificantes del Señor). Creo que les falta lucidez interior (Espíritu), realismo y escucha. Miran y remiran su ombligo y el de su claque, pero no se meten entre las ovejas. Y mucho menos salen corriendo tras de las que huyen porque pasan "hambre" en el majadal.
¿Quién pregunta y escucha a los fieles? ¿Quién se preocupa de sus quejas y llantos? ¿En qué buzón podemos depositar nuestras súplicas y sugerencias? A los "Protestantes" (lo escribo con mayúscula por respeto y cariño) les echamos en su día (¡qué pecado!). Y ahora a los protestones, quejicas y críticos que buscan la luz del horizonte, les arrinconamos o los hundimos. (¡Hay que mantenerse en lo de siempre. Nos lo ha dicho "dios" porque somos sus elegidos, sus intérpretes infalibles!).
¿Nos preguntaron sobre lo que deseábamos los católicos de la oración comunitaria, de la Liturgia obligada? ¿Nos acercan los recientes y flamantes Libros Litúrgicos al verdadero rostro de Dios? ¿Nos ayudan a dirigirnos a Él sin confusión?
Perdonadme mi obsesión y mi insistencia: Creo que seguimos llenos de ídolos (humanos y divinos) a los que gritamos como los antiguos baalitas: "Al mediodía, Elías comenzó a reírse de ellos: ¡Gritad más fuerte! Si él es dios, tal vez esté ocupado o quizá esté haciendo sus necesidades o tal vez salió por un rato. A lo mejor está durmiendo..." (1Re 18,27). (Me viene a la memoria la señora que ayer entró, durante la consagración, directamente a la capilla de san Judas donde no falta ni hucha, ni flores, ni velas. Es que es muy rentable...).
Mientras tanto el Amante invisible sigue aporreando nuestra puerta con todo su amor, consuelos y auxilios: "Estoy a la puerta y llamo..." (Ap 3,20).
¿Qué hacen nuestros "guías", los responsables del Pueblo? Pues editan preciosos libros litúrgicos "obligatorios" con enormes lagunas, equívocos, confusiones y antiguallas (algo he ido desgranando en los anteriores capítulos). Reconozco que no puedo tragar tanta petición, tanta intercesión, tanta palabrería, tanta abstracción, tanta frialdad, tanta rutina y tantas incompresibles "antigüedades".
Si sigo celebrando la santa Misa con los curas que me tocan en suerte, es porque deseo ardientemente rezar con mis hermanos y unirme a ellos en alabanza y acción de gracias. Y, sobre todo, expresar mi determinación de abrir y abrazar a ese "Amante de la puerta" que espera respuesta. ¡Mi respuesta! La suya la tengo garantizada desde la eternidad.
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