"En la muerte del querido maestro y amigo" Manuel Fraijó: "Los dos últimos Papas, Benedicto XVI y Francisco, han dejado marchar a Hans Küng como 'teólogo no católico'"

Hans Küng y Manuel Fraijó
Hans Küng y Manuel Fraijó

"Los dos últimos Papas, Benedicto XVI y Francisco, lo han dejado marchar como 'teólogo no católico'. Son decisiones difíciles de comprender y aceptar"

"Algunos hemos mantenido hasta hoy la esperanza de que Francisco, a quien no se le resiste el teléfono, lo descolgara y llamara al anciano y enfermo Hans Küng para comunicarle que 'su caso' se iba a revisar…No ha podido ser, Francisco sabrá por qué"

"Su epitafio será sencillo y breve: 'Profesor Hans Küng'. Deseaba ser recordado por su 'oficio': profesor"

"Una de sus tesis es que no habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones; y no habrá paz entre las religiones sin diálogo entre ellas. No habrá, por último, diálogo entre las religiones si no se investigan sus fundamentos"

"No es la 'nada' nuestra última morada, escribe una y otra vez, sino el Misterio, al que algunas religiones, entre ellas el cristianismo, llaman Dios"

Hace unos años escribía H. Küng: “Cuanto mayor me voy haciendo, tanto más frecuentemente cito aquella vieja canción alemana: ‘permanecen aún las viejas calles, permanecen aún las viejas callejas, pero los viejos amigos se fueron’…”

También él se acaba de ir. Ya está rehabilitado, no necesita que ningún Papa lo rehabilite. Los dos últimos Papas, Benedicto XVI y Francisco, lo han dejado marchar como “teólogo no católico”. Son decisiones difíciles de comprender y aceptar. Küng admiraba al Papa Francisco, lo comparaba con Juan XXIII, su Papa preferido. Algunos hemos mantenido hasta hoy la esperanza de que Francisco, a quien no se le resiste el teléfono, lo descolgara y llamara al anciano y enfermo Hans Küng para comunicarle que “su caso” se iba a revisar…No ha podido ser, Francisco sabrá por qué.

Küng

Hace algunos años que su salud era precaria. Emociona leer el impresionante capítulo XII de su libro Humanidad vivida (Trotta, 2013). Lo tituló “en el atardecer de la vida”. Es un conmovedor relato de los males de sus últimos años y de sus esperanzas de siempre. Son páginas que, releídas pocas horas después de su muerte, emocionarán a todo el que se asome a ellas. “Estoy a la espera, preparado para despedirme en cualquier momento”.

De hecho, hace unos años que había adquirido la que será su tumba. Reposará en el cementerio de Tubinga, junto a sus entrañables amigos Walter Jens y su esposa Inge. Será su último homenaje a la amistad, su postrer intento de cercanía. Su epitafio será sencillo y breve: “Profesor Hans Küng”. Deseaba ser recordado por su “oficio”: profesor.

Lo recalcaba: “No he sido un profeta, sino un profesor”. Un profesor que, en los últimos y dolorosos años de su enfermedad, transmitía paz, sosiego, serenidad. El teólogo de las muchas batallas de otros tiempos contemplaba su final con la serena certeza del trabajo bien hecho, del deber cumplido. “Mi obra está concluida”, escribió con honda paz. Se ha ido, además, con la alegría de ver publicados en alemán los 24 volúmenes de sus Obras completas, algo que le hacía gran ilusión.

Küng, en la Uned

Küng comenzó su itinerario intelectual bajo la “bendición” de K. Barth. Cuando solo era una joven promesa, Barth le dedicó uno de esos elogios que a todos nos gustaría escuchar: “No quiero, por lo demás, ocultarle que, considerando toda su conducta, le tengo a usted por un israelita in quo dolus non est (en quien no hay engaño)”. A continuación deseó al joven sacerdote católico, que acababa de escribir una fascinante tesis doctoral La justificación. Doctrina de Karl Barth y una interpretación católica, que viniera sobre él el Espíritu.

Se tiene la impresión de que el Espíritu no se ha portado nada mal con Küng. Su larga (93 años) y fecunda vida está llena de fechas inolvidables. Una de las más decisivas fue el día en que 1.300 personas, puestas en pie y emocionadas, aplaudían su última clase magistral. No menos emocionado que su auditorio, Küng enfiló la salida del abarrotado salón de actos musitando un apenas perceptible “me gustaría seguir contando con su afecto”. Era el día de su jubilación, en 1996.

No se trataba solamente del aplauso a su última clase magistral, sino a toda una vida, la que hoy ha concluido, ejemplarmente dedicada a iluminar las luces y sombras de la historia humana. Se aplaudía su inmenso saber, pero también su cercanía humana y su honda espiritualidad cristiana; seguro que muchos recordaban su temprana inquietud ecuménica, plasmada en libros como El concilio y la unión de los cristianos (1960). Su autor solo tenía 32 años.

Küng y Barth

Enseguida comenzaron a aparecer libros que suscitaron gran entusiasmo y esperanza: Estructuras de la Iglesia (l962) y La Iglesia (1967). Küng dibujaba el perfil de una Iglesia humilde, fiel al mensaje de Jesús, atenta a las necesidades del mundo, una Iglesia profética, abierta a los signos de los tiempos y siempre dispuesta a renovarse.

A aquella primera etapa eclesiológica, siguió su preocupación cristológica. Fueron los años setenta, su década prodigiosa. En ella escribió libros memorables. Tal vez el más genial fue Ser cristiano (1974). Se trata de una obra repleta de información histórica, reflexión teológica y pasión creyente. Es posible que haya sido el libro de teología más leído del siglo XX. Su intención última era mostrar que es posible ser cristiano y, al mismo tiempo, hombre o mujer de nuestros días. Fue, sigue siendo, un gran alegato en favor de una fe razonable y crítica.

Casi por las mismas fechas (1978) vio la luz la obra ¿Existe Dios? Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo. Se trata de 972 páginas que evocan los avatares del tema “Dios” desde que se desencadenaron las turbulencias de la Modernidad. A sus páginas se asoman todas las sacudidas experimentadas por el hecho religioso desde que Descartes, el primer filósofo moderno, dio vía libre a la duda. Se trata de un recorrido apasionante, expuesto con rigor filosófico y elegancia literaria.

Firma de Küng

Llegaron después los años del “castigo”. Desde que, incomprensiblemente, el 15 de diciembre de 1979, el papa Juan Pablo II le retiró la venia docendi y lo declaró teólogo no católico, Küng se dispuso a roturar terrenos por los que no suelen transitar las teologías clásicas. Volcó su increíble capacidad de trabajo en dos grandes asuntos: las religiones y la ética.

De su dedicación al estudio de las religiones nacieron obras tan decisivas como El cristianismo y las grandes religiones (1984); El judaísmo. Pasado, presente y futuro (1991); El cristianismo. Esencia e historia (1994); El islam. Historia, presente, futuro (2004). Dejó dicho Hegel que los grandes hombres no son solo los grandes inventores, sino “aquellos que cobraron conciencia de lo que era necesario”.

Küng se dio cuenta de que la secularización era un fenómeno casi exclusivamente occidental y de que las religiones continúan orientando el vivir y el morir de la gran mayoría de los seres humanos. De ahí que volcara su increíble energía intelectual en fascinantes evocaciones de las principales religiones del mundo. Produce un cierto estupor que una sola persona haya podido alumbrar recreaciones tan amplias y perfectas de los sentires religiosos de los pueblos.

Libros Küng

Por las mismas fechas, Küng abrió otro frente de investigación: el de la ética. Una ética concreta y, a ser posible, universal. Küng ha embarcado a las religiones en una búsqueda de mínimos éticos compartidos. Su tesis es que no habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones; y no habrá paz entre las religiones sin diálogo entre ellas. No habrá, por último, diálogo entre las religiones si no se investigan sus fundamentos. Obras como Proyecto de una ética mundial (1990) y la publicación programática Hacia una ética mundial. Declaración del Parlamento de las Religiones del Mundo (1993) están prestando grandes servicios a la colaboración entre la ética y las religiones.

Un gran amigo de Küng, el antiguo canciller alemán H. Schmidt, cansado de que le reprocharan su falta de espíritu utópico -gobernó Alemania después del carismático Willy Brandt- espetó un día a un grupo de periodistas: “El que tenga visiones que vaya al médico”. Küng se acaba de ir. Ha sido un pensador de grandes visiones, pero de las que no requieren tratamiento médico. La más importante de ellas le ha permitido vivir hasta el final con la confianza del viajero que sabe que no peregrina hacia ninguna parte. No es la “nada” nuestra última morada, escribe una y otra vez, sino el Misterio, al que algunas religiones, entre ellas el cristianismo, llaman Dios.

Descansa en paz, querido maestro y amigo.

Fraijó

Por una Iglesia mejor informada

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