El rayo que incendió el santuario Noche Mala en Muxía
(Celso Alcaina).- Alucinaba. Sacudí mi cabeza y y parpadeé. No podía ser real. ¡La TV no siempre es creíble!. Podía leer "Muxía", "La Barca". Para más, el nombre de mi amigo fotógrafo muxián lo certificaba. Xesús Búa captó el incendio.
Demasiadas evidencias. Era mi Santuario. El de mi infancia y adolescencia. El de mi ministerio y de mis fogosas homilías. El de mis interminables sesiones de confesionario. El de mis diarias visitas cuando estoy en la villa. Estaba ardiendo. Las llamas y el humo ascendían de su techo. Un enorme botafumeiro.
Quedé inapetente ante el vistoso cordero pirenaico asado. El turrón se me antojó demasiado duro. Disimulé la humedad de mis ojos. El cava navarro me supo a hiel. Las potentes campanas de la catedral pamplonica habían enmudecido. Durante todo el día de ayer las cadenas de TV me lo certificaban. El Santuario de La Barca en Muxía, calcinado. Un rayo. Maldito sea. La ciclogénesis explosiva trajo la desgracia en la madrugada de Navidad. La Nochebuena. Nochemala.
Todos cuantos visitan la villa de Muxía se cobrecojen. Olas de hasta 10 metros. Piedras ciclópeas, talladas por el viento , la salitre y el agua. Tienen vida y leyenda. Y poderes. Una piedra , "a pedra de abalar", se mueve caprichosamentre, dicen que milagrosamente. Entre villa y Santuario, se levanta el mítico "monte Corpiño". En su falda se emplaza el templo parroquial, siglo XII, románico puro. Y perfectamente conservado. Como el del Pindo, el "monte Corpiño" fue sagrado, al menos desde los fenicios , los celtas, los suevos. Y continúa siéndolo.
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