“León XIV alerta de una fractura que va más allá de la política: es moral y espiritual” Polarizados hasta el alma

León XIV, en el libro-entrevista de Elise Ann Allen, dice que “vivimos en tiempos en los que la polarización parece ser una de las palabras del día, pero no está ayudando a nadie”. No es una frase menor, porque su diagnóstico parte de una constatación sencilla pero profunda: la división contemporánea no es solo política o ideológica, sino también moral y espiritual
Para muchos, el Evangelio se ha vuelto ideológico y es usado como arma de desencuentro. Pero, cuando la fe se usa como bandera partidista, sectaria e ideológica deja de ser buena noticia para convertirse en herramienta de división
“Seguir planteando esas preguntas —dice el Papa— es importante”. Y acaso esa sea su invitación más radical: no dejar de preguntar cómo volver a ser comunidad, cómo curar la herida de un mundo polarizado… hasta el alma
“Seguir planteando esas preguntas —dice el Papa— es importante”. Y acaso esa sea su invitación más radical: no dejar de preguntar cómo volver a ser comunidad, cómo curar la herida de un mundo polarizado… hasta el alma
| Sebastián Mora Rosado, Universidad Pontificia Comillas
1.- Un mundo dividido en cuerpo y alma
La polarización es una dinámica social, política y religiosa que está adquiriendo un protagonismo inusitado. Sin duda, no es un fenómeno neutro que brota espontáneamente en nuestro mundo. La polarización es, en cierta medida, fabricada y sostenida por grupos de interés, partidos políticos y, ¡Dios mío!, por movimientos de signo religioso. Romper, fracturar, enfrentar, confrontar y batallar se está planteando como una necesidad imperiosa para no perder nuestra identidad, nuestro país, nuestro credo o nuestros privilegios económicos. No es simplemente que estemos soportando un contexto polarizado, es que, para muchas personas y grupos, el proyecto es la polarización.
El Papa León XIV, en el libro-entrevista de Elise Ann Allen, dice que “vivimos en tiempos en los que la polarización parece ser una de las palabras del día, pero no está ayudando a nadie”. No es una frase menor, porque su diagnóstico parte de una constatación sencilla pero profunda: la división contemporánea no es solo política o ideológica, sino también moral y espiritual. Estamos polarizados hasta el alma, añado de mi cosecha. No estamos abordando un tema tangencial, anecdótico y coyuntural, sino que estamos en el quicio de una nueva arquitectura antropológica, moral, política y religiosa.
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El Papa, en el libro citado, mira al mundo actual y ve una humanidad cansada, fragmentada, donde el desencuentro se ha vuelto rutina. “¿Qué está pasando?”, se pregunta. Su respuesta no se limita a señalar culpables, sino a identificar raíces hondas: la pérdida del sentido de la vida humana, de la familia y de la sociedad; una desigualdad creciente que hiere la cohesión social; el aislamiento que dejó la pandemia; y una crisis cultural donde la tecnología amplifica la soledad en lugar de aliviarla.

A todo ello se suma una advertencia especialmente dolorosa: también, para muchos, el Evangelio se ha vuelto ideológico y es usado como arma de desencuentro. Pero, cuando la fe se usa como bandera partidista, sectaria e ideológica deja de ser buena noticia para convertirse en herramienta de división. En palabras del Papa, “la ideología quiere usar al Evangelio en lugar de que sea el Evangelio en lo que debamos centrarnos”.
No hay que ser muy perspicaz para observar cómo se alude al evangelio de la misericordia para interesadamente violentar a las personas migrantes, como se sostienen narrativas que expulsan a las personas de la Iglesia con orientaciones sexuales diversas desde una visión perversa del evangelio del Amor
No hay que ser muy perspicaz para observar cómo se alude al evangelio de la misericordia para interesadamente violentar a las personas migrantes, como se sostienen narrativas que expulsan a las personas de la Iglesia con orientaciones sexuales diversas desde una visión perversa del evangelio del Amor. Parece que el “evangelio del imperio” es el que se ha impuesto sobre el evangelio de las bienaventuranzas, creando división y no comunión por muchos cristianos.
Por eso, la polarización no es solo un problema político, sino un síntoma profundo y descarnado de una crisis de sentido, de justicia y de comunidad.

2.- Repensar la convivencia y el diálogo
Ante este panorama, León XIV plantea un desafío doble. Por un lado, el de sanar el tejido social que se deshilacha entre desconfianzas y agravios. Por otro, el de recuperar la palabra como lugar de encuentro, no de enfrentamiento.
El Papa invita a preguntarse qué tipo de humanidad queremos construir en medio de la vorágine digital y la competencia sin límites. La brecha entre ricos y pobres —“los directores ejecutivos ganan seiscientas veces más que los trabajadores promedio”, recuerda— no solo genera injusticia económica, sino también resentimiento y desesperanza moral.
Frente a la tentación de encerrarse en disputas internas o de abrazar bandos ideológicos, llama a volver al Evangelio auténtico, a esa fe que se centra en la dignidad de toda vida humana, en la fraternidad y en el respeto mutuo
Para el Papa León XIV, la Iglesia no puede ser una mera espectadora de esta fractura, sino una auténtica artesana de comunión. Frente a la tentación de encerrarse en disputas internas o de abrazar bandos ideológicos, llama a volver al Evangelio auténtico, a esa fe que se centra en la dignidad de toda vida humana, en la fraternidad y en el respeto mutuo.

El reto es aprender a escucharnos de nuevo. Y para ello propone una actitud muy concreta: caminar juntos. La sinodalidad —dice— no es una moda eclesial, sino “una especie de antídoto” frente a la polarización. Nos dice que, si escuchamos el Evangelio, si reflexionamos sobre él, y si nos esforzamos por caminar juntos, escuchándonos unos a otros, tratando de descubrir lo que Dios nos está diciendo hoy, hay mucho que podemos ganar”. Significa practicar el diálogo real, reconocer la voz del otro, construir puentes allí donde solo vemos muros huyendo de los evangelios del imperio para alentar el evangelio del encuentro.
La Iglesia, sostiene, debe recobrar su voz profética sin olvidar su vocación de misericordia: acompañar, escuchar y promover justicia social. El liderazgo de la Iglesia y en la Iglesia añade, no puede ser vertical ni solitario: “Un líder que camina solo no está liderando a nadie”. En un mundo donde cada grupo se atrinchera en su identidad, el Papa recuerda que la comunión es más revolucionaria que la confrontación. No se trata de negar el conflicto, sino de habitarlo con esperanza.

3.- Una revolución espiritual para revolucionar el mundo
Para León XIV, la polarización no se resuelve únicamente con reformas o pactos políticos. Estos son absolutamente necesarios y condición de posibilidad de una política del encuentro. Se necesita una conversión del corazón que sostenga una conversión social y política. Solo una sociedad capaz de redescubrir el valor único e inviolable de cada vida humana, de tender puentes y de recuperar el gusto por el bien común, podrá salir de este laberinto de desconfianzas.
“Seguir planteando esas preguntas —dice el Papa— es importante”. Y acaso esa sea su invitación más radical: no dejar de preguntar cómo volver a ser comunidad, cómo curar la herida de un mundo polarizado… hasta el alma.
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