(Jesús Mauleón).-El pueblo, creyente o menos, une en un único día festivo a los Santos y a los Difuntos. Si están en la gloria, no precisan nuestra oración. Ellos oran por nosotros.
Si aguardan aún la purificación definitiva, oramos por ellos. Muchos visitantes llevan al cementerio el amor y la fe a partes iguales. "Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén".
Se ha llenado el cementerio de gentes con ramos y aun brazadas de flores. Los que van a morir conviven emotivamente con los muertos. Al final de la cita, sin perder el apoyo de la fe, los vivos podremos salir de las tapias del camposanto en la grave, serena certidumbre de que llevamos "la muerte dentro". Pero, seguramente, lo dicen mejor los versos del poema que sigue:
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