#pascuafeminista2025 Hay que demostrar el poder y los privilegios clericales con casullas, ornamentos, estolas y solideos

| María Esperanza Córdoba Sosa
Leyendo el capítulo trece del evangelio según Juan, del cual, unos cuantos versículos iluminan el quinto domingo de Pascua, me veo ante dos experiencias de vida: El jueves santo, en una pequeña comunidad del Pueblo originario Koreguaje, en la Amazonia colombiana, hemos celebrado la Memoria de la cena de despedida de Jesús.
Antes de la celebración, contemplamos un grupo de niños y niñas retozando y bañando sus cuerpos en un arroyuelo. Durante la reflexión de la Palabra, nos sentamos en círculo en el piso de tablas y, lavamos los pies de toda la familia reunida, desde el abuelo hasta el recién nacido. Esta escena llena de la sencillez de una fe esperanzada y limpia de arandelas litúrgicas, me hizo releer el momento en que Pedro con su ímpetu machista, le dice a Jesús que jamás se dejará lavar los pies del "superior"...Y la suave, pero tajante respuesta del Maestro: "Si no te lavo, no podrás ser de los míos." Y, Pedro, sin entender lo que este gesto implicaba, aceptó que le lavara no sólo los pies... Pero Jesús lo interpela y, nos interpela: "El que está recién bañado, no necesita lavarse más que los pies, porque está todo limpio." Y esta respuesta me lleva a la contemplación de una de las Bienaventuranzas, en el evangelio según Mateo: "Dichosos...dichosas, quien tenga el corazón limpio, porque verán a Dios..."
En su hermano, en su hermana, al abajarse y lavar sus pies... Pedro, no lo entendió. Y el no haber sido capaz de comprender este signo de amor, servicio, generosidad, entrega de la vida y sinodalidad, nos lleva a que siglos después de haber recibido el AMOR como único distintivo de los seguidores y de las seguidoras del Maestro de Nazareth, los nuevos discípulos, (ya no discípulas), se encierren entre púrpuras, mitras, simbología extraña y componendas secretas, para elegir al sucesor de "Pedro", que salvaguarde el patriarcado católico: Sus dogmas, doctrina y disciplina...la defensa de la moral y las sanas costumbres de la iglesia católica "universal". Y, con suerte, continuar con el legado de su antecesor. Aquí no basta el lavar los pies, como signo de amor fraternal y sororal.

Hay que demostrar el poder y los privilegios clericales con casullas, ornamentos, estolas y solideos que no hacen otra cosa, que acallar el mensaje del gesto y la palabra. Mirando con el corazón estos dos cuadros, me encuentro con las palabras llenas de ternura de Jesús, como con una perla fina, y las releo desde mi ser femenino: "Hijitas mías, les doy este mandamiento nuevo: Que se amen las unas a las otras. Así como Yo las amo a ustedes, así deben amarse ustedes las unas a las otras. Si se aman las unas a las otras, todo el mundo se dará cuenta de que son Discípulas mías." ¿Qué más queremos? Este es nuestro único distintivo.