Santiago Panizo Una madre...es una madre.
(Santiago Panizo).- Una madre es una madre, y, además de eso, todo lo que quiera y pueda ser. Una madre no se cansa de esperar, ni de soñar, ni de rezar, ni de perdonar olvidando, ni de ver las cosas, buenas, malas om regulares, del hijo al trasluz y a la medida de sus propios sentimientos de madre.
El "rol" o papel de madre, se quiera o no se quiera creer que para eso están los gustos y las sensibilidades, es -así lo creo yo y otros muchos conmigo- una de las pocas cosas serias que aún quedan en esta tierra, por mucho que se lo quiera contaminar con seudo-ciencias o por vendedores de humos y baratijas. Se le quieren buscar "sucedáneos" pero como hace tiempo defendí en uno de mis libros sobre el matrimonio: "Siempre puede haber una libertad que prefiera el sucedáneo, aunque -por esa preferencia- nunca dejará de ser sucedáneo".
Ramón y Cajal, histólogo y Premio Nóbel de Medicina en 1906, fue también escritor notable, del que se dice que "tenía cultura, delicado gusto, prosa fácil y castiza, fino sentido crítico, ideas profundas, naturalidad expresiva y sutil sentido del humor". En uno de los apartados del cap. 2º de sus deliciosas Charlas de café -el titulado Sobre el amor y las mujeres- hace este preciso y delicado diseño de la feminidad y sus excelencias en materia de amor: "La mujer venera a sus padres; estima y, a veces, admira a su marido; pero sólo adora verdaderamente a sus hijos". Creo que, aunque puedan darse por excepción madres desnaturalizadas, el amor de madre ostenta las mayores garantías del verdadero amor.
Hoy, siete de mayo, es el Día de la Madre. Casi a todos los días del año se les marca con ser "el día de algo". Algunos casi dan risa por su inanidad. Pero hay otros -tales el Día del Padre o de la Madre o del Trabajo o de la Mujer maltratada- que por su evidente trascendencia personal, familiar, social o política, sólo merecen plácemes. Por eso, el día dedicado a honrrar a las madres me parece de los más significativos y relevantes de todo el calendario de celebraciones.
Estos días he recibido dos relatos con protagonismo de "madres", que, a mi ver, dan razón a la psicológica conjetura de Ramón y Cajal.
Un joven "hincha" del Betis, poco antes del partido de su club con el Atletico de Bilbao en San Mamés, un joven hincha del Betis provocó primero y después agredió a un seguidor de equipo local, de modo que ha sido sancionado con multa y prohibición de entrar en recintos deportivos durante dos años..
Hace dos o tres tardes oí también el caso de un chiquillo de once años -Pere- que -siendo ciego de nacimiento- retransmite partidos de fútbol guiado por lo que otros le dicen, y lo hace con tal soltura, vivacidad y maestría que -de no saberse que es ciego- la impresión lo tomaría por un consumado maestro de locutores deportivos. En Radio Olot, su ciudad, ya forma parte del equipo que retransmite los partidos del club local y me imagino que también otros partidos. Oirle hablar, con esa edad, esa viveza, con ese garbo y estilo, hace pensar en un consumado maestro de la radiodifusión.
Pues bien, en el primer caso, el del seguidor del Betis agrediendo a otro del Bilbao, su madre -entrevistada tras conocerse la sanción- jura y perjura que su hijo es un buen hijo a pesar de la salvajada, y lo más que concede es la calificación de "trastada". Y de ahí nadie consigue apearla.
La madre de Pere, por su parte, tras admitir que está no sólo orgullosa sino loca por lo que hace su hijo ciego, se muestra tan admirada que, cuantas veces le oye obrar de locutor con esa soltura, desparpajo y precisión, se pregunta -casi incrédula- si realmente su hijo es ciego de nacimiento.
No son los mismos compases pero es la misma partitura.
Desde hace muchos años tengo subrayada con rotulador fosforescente la frase con que Ortega y Gasset cierra uno de los capítulos -Amor en Stendhal, II- de sus magníficos Ensayos sobre el amor con estas atinadísimas palabras: "La mujer que ama al ladrón, hállese ella con el cuerpo dondequiera, está con el sentido en la cárcel". Si vale para toda mujer y no lo dudo, mucho más ha de valer para el amor de madre.
Mucho se ha dicho y mucho y más se seguirá diciendo sobre las madres, pero nunca se dirá todo lo que las madres merecen que se les diga. Yo creo que las madres no han acabado aún de dejarnos pistas para acabar de pensar y decir todo lo que merece ser dicho de una madre... Una madre no se cansa de esperar... Una madre no se cansa de soñar... Una madre no se cansa de rezar; aunque se diga atea, una madre no se cansa de rezar.. Una madre nunca se cansa de amar..... Y porque ama con esta especie tan sublime de amor, nunca se dará por cerrado el tema del amor de la mujer-madre.
Por todo eso y más, yo me hago preguntas hoy, el Día de la Madre.
¿Por qué, en esta sociedad, ese don sagrado de la maternidad de la mujer se quiere excluir del concepto de feminidad?
¿Por qué la maternidad en la mujer tiene tan poca estima y aprecio en esta cultura moderna o post-moderna del desencuentro, del individualismo egotista, de la deconstrucción, del pesimismo, la náusea y el nihilismo?
¿Por qué al amor de la madre se le quiere igualar a la baja con otros modos de amar que -en verdad, léase a Ortega en ese hermoso libro ya citado- no son amor sino "amores", "amoríos" o pasatiempos de amor?
¿Por qué del árbol de la feminidad se quiere desgajar a toda costa su rama más noble, más representativa del ser mujer?
Bien sé que estos interrogantes a muchos y muchas les suenan hoy a arcaico, retrógrado, carca o facha... Me importa muy poco que a quien defiende estos valores eternos del hombre y la mujer se le tilde de algo así. Me importan bastante más las consecuencias nefastas que para la humanidad le pueden venir de burlarse de la naturaleza. ¿No es ecología también esto?
Por eso, a pesar de estos posible pesares -no rehuso dejarlo en eso-, dejo en el aire del día de hoy -Día de la Madre- estos interrogantes y más que pudieran elevarse. Daría mucho desarrollarlos y hoy no queda espacio. Hay más días que longanizas, como se suele decir.
Mi fase del día la tomo hoy de Ganivet, un escritor de aquella generación que se lamentó de nuestras pérdidas, de todas edllas y no sólo de las "imperiales". En su Conquista del reino de Maya redactó esta bella frase: "Grande es siempre el amor maternal, pero toca en lo sublime cuando se mezcla con la admiración por el hijo amado". Ante ésto, sólo queda preguntarse si Angel Ganivet era "carca", "facha", "atrasado" o "retrógrado". ¿No se habrán cambiado las tornas y serán otros los verdaderos "carcas"?. Bien miradas las cosas, ¿no será cosa -cuando menos- de pensarlo?. Y que conste que no lo digo por defenderme de insidias, sino porque creo firmemente que la maternidad de la mujer y el amor de una madre no son estorbo alguno sino progreso y remedio de malaventuras en una sociedad tan precaria y frívola como la actual post-moderna.
