(Josemari Lorenzo Amelibia).-Un amigo mío estuvo varios años en Añastro - así llamamos a la casa de la Iglesia en España -. Me contaba que pululaban por allí curas de distintas diócesis, haciendo pasillos. Se les veía venir. Muchos de ellos acababan con la mitra en la cabeza y el báculo en la izquierda. Otros, rendidos de cansancio, dejaban tan ardua labor porque no encontraban padrino; pero todos, con el mismo objetivo: llegar a obispos. Los empleados de oficina los conocían: les llaman "los trepas".
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