Otra visión de la JMJ Por qué viene, en realidad, el Papa a Madrid

(Carlos Eymar, en El Ciervo).- La convocatoria de Madrid no parece capaz de rellenar la sima existente entre jóvenes católicos y la mayoría restante Sé, por propia experiencia, que en eventos análogos al de la Jornada Mundial de la Juventud, uno puede encontrar a la mujer de su vida. También puedo referir la historia de algún matrimonio feliz, surgido al calor del Concilio de los Jóvenes, en Taizé, allá por los años 70.

No seré yo, por tanto, quien rehúse la debida hospitalidad y una jarra de cerveza helada a los que decidan adentrarse en el infierno del agosto madrileño para ver al Papa.

Pero, al igual que del nacimiento de amores, he sido testigo de cómo muchos fervores y entusiasmos religiosos, expresados en grupos o concentraciones juveniles, fueron engullidos por las zarzas del tiempo.

Los movimientos de masas siempre son efímeros y poner su confianza en ellos, en el gran número de participantes, es una tentación en la que la Iglesia no debería caer. Y esto no es una idea mía, sino de Joseph Ratzinger, expresada en 2001, en el transcurso de una conferencia titulada “La nueva evangelización”.

A las grandes masas alejadas de la Iglesia no se les atrae, según Ratzinger, a base de nuevos y refinados métodos, pues cualquier método está vacío si no tiene su base en la oración, es decir, en el silencioso método de Dios. Ganar a la persona humana en ese nivel de profundidad que exige el Evangelio, solo podría hacerse a través de la palabra que emana de una vida contemplativa.

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