Torralba, Duch, Chillón, Victoria Camps... Intelectuales católicos y no creyentes llaman con su ejemplo a dialogar

(María Paz López, en La Vanguardia).- Llevan existencias paralelas, los unos empeñados en creer en Dios contra la corriente cultural dominante, y los otros quejosos de que Dios sea invocado por instituciones religiosas para promover sus criterios. Dos maneras de ver el mundo transitan por la sociedad occidental, cada vez más secularizada, que en España ofrece en Semana Santa una visión impensable hace cuarenta años: la gente se va a la playa, a la montaña o al extranjero, y los ritos pascuales quedan para irreductibles de la fe y para turistas de la cultura.

Creyentes -que en este país es hablar de católicos- y agnósticos -aquellos que ven imposible conocer si Dios existe o no- se miran a menudo con desconfianza, contaminados por siglos de historia desdichada, y se muestran poco proclives a colaborar a cielo abierto, es decir, con sus respectivas etiquetas puestas. Los agnósticos suelen navegar en el mismo barco que los laicistas, defensores del Estado laico, pero no siempre, pues en el laicismo militan también los ateos, negadores de la existencia de Dios. La Iglesia católica considera agresivo el laicismo que impera en España.

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