Utópicos y realistas a la vez

«“Utopía” puede significar también “buen lugar” (eu-topos). Caminar con dirección es ya un buen lugar, y caminando así llegamos sin cesar a infinidad de buenos lugares que hacen la vida estimulante y buena» (José Arregi).

Es complicado anunciar hoy que los nuevos tiempos que estamos viviendo, con la economía por los suelos, y la esperanza de la gente que no está entre las élites de poder empresarial, especulativo y político, precisa de nuevos paradigmas y, por lo tanto de un cambio radical para que no se vuelvan a repetir hechos como estos, planificados para destruir derechos, eliminar conquistas sociales y meter miedo en la población, para que no se salga de casa y se deje hacer lo que quiera a la clase política, dependiente en todo del poder económico actual, que todo lo controla y maneja.
Pero no podemos dejar nuestras vidas en manos de los demás. Ni mucho menos nuestras ilusiones y esperanzas. Eduardo Galeano lo dice, como siempre, con un lenguaje entendible, poético, movilizador:
«La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar».
Sí, porque cuando nos quedamos parados estamos perdidos. En el camino está ya de alguna forma presente la meta, las mieles del triunfo, la compañía durante los momentos de alegría o soledad. En el paso a paso de cada día se intuyen los frutos maduros de una fraternidad posible.
El esfuerzo de ese camino no tiene por qué volvernos hoscos, duros, exigentes. Al contrario, la belleza del paisaje, con sus valles y montañas, sus manantiales y embalses, los bosques y los prados, los amigos que te acompañan, la gente que conoces en cada nuevo pueblo por el pasas… todo nos invita al diálogo, la comprensión, el cuidado y la atención en los momentos duros, la sonrisa para aliviar tensiones, la risa en común para sentirnos vivos.
En tiempos de dolor, de sufrimiento, de falta de ideales, tendemos a refugiarnos en el pasado, para no detenernos a mirar hacia lo que tenemos alrededor y por delante; por eso no tenemos otra alternativa que refrescar y recrear los sueños y esperanzas con el rocío de cada mañana. Con el testimonio y los escritos de tantos hombres y mujeres que, a lo largo de la historia, no se han dejado vencer por las circunstancias adversas de la vida, en tiempos y circunstancias mucho más difíciles que las nuestras de hoy. Hombres y mujeres del pasado y del presente, porque hoy también podemos encontrar verdaderas estrellas en nuestro firmamento oscuro, que nos pueden ayudar a seguir adelante, a despertar, a regenerar las utopías, desde lo concreto del día a día.
«Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan. Ese lugar es mañana» (Eduardo Galeano).
Porque las utopías no son lo irrealizable, sino el modelo ideal sobre el que tenemos que construir, en la realidad de hoy, la justicia, la paz, la fraternidad, la libertad. Para que no se nos adormezcan las manos ni el espíritu, para no perder la pasión, ni el entusiasmo, ni que se nos desvanezca la ilusión. Consiguiendo las pequeñas victorias de cada día, lo que es posible conseguir «golpe a golpe, paso a paso», y lo que a veces parece inaudito e incluso milagroso.
Felices a quienes los sueños no les quitan nunca el sueño, si sueñan despiertos.

(Espiritualidad para tiempos de crisis. Editorial Desclée)
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