El vaho del infierno

Silvio Rodríguez ha realizado un recital en la Universidad de la Habana el pasado 19 de septiembre, antes de empezar una gira latinoamericana en la que cantará tanto sus últimas canciones como un repertorio de las más clásicas.
En un momento del concierto, con un pañuelo palestino cubriéndole los hombros, leyó el poema Halt (Deténgase) del escritor, guionista, periodista y poeta cubano Luis Rogelio Nogueras, que falleció en 1985, rindiendo así un sentido homenaje al pueblo palestino, que sufre desde hace dos años, sobre todo las gentes de Gaza, una invasión de su tierra por parte del ejército israelí que ha causado unas 70.000 víctimas, de las cuales unos 20.000 son niños y niñas. Un cruel genocidio que está causando un éxodo de millones de gazatíes hacia otros lugares ya abarrotados, sin comida, ni tiendas donde cobijarse, ni servicios de salud, ni comunicaciones telefónicas o de internet, que impide el gobierno genocida de Israel, pasando por alto el derecho internacional y la más mínima humanidad.
Parece mentira que una parte del pueblo judío, bajo la presidencia de Netanyahu, haya olvidado tan pronto tanto dolor y muerte que sufrieron sus antepasados debido al exterminio monstruoso por parte del régimen nazi, cometiendo un genocidio silencioso desde 1948 contra el pueblo palestino y que llega a los límites intolerables de las atrocidades que perpetran cada día.
Solo nos queda la protesta, las muestras de solidaridad, las acciones visibilizadoras del genocidio, de manera creativa y no-violenta. Hay multitud de gestos de fraternidad con Palestina que se hacen diariamente en todo el mundo. A pesar del vaho del infierno provocado por el odio, la sinrazón y la violencia sin medida del ejército que está invadiendo la tierra de Gaza, seguimos elevando nuestra voz y mostrando nuestra permanente solidaridad y cercanía con la causa justa del pueblo gazatí, de todo el pueblo palestino.
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“Recorro el camino que recorrieron cuatro millones de espectros.
Bajo mis botas, en la mustia y helada tarde de otoño,
cruje dolorosamente la grava.
Es Auschwitz, la fábrica de horror
que la locura humana erigió
a la gloria de la muerte.
Es Auschwitz, estigma en el rostro sufrido
de nuestra época.
Y ante los edificios desiertos,
ante las cercas electrificadas,
ante los galpones que guardan toneladas
de cabellera humana,
ante la herrumbrosa puerta del horno
donde fueron incinerados
padres de otros hijos,
amigos de amigos desconocidos,
esposas, hermanos,
niños que, en el último instante,
envejecieron millones de años,
pienso en ustedes, judíos de Jerusalén y Jericó;
pienso en ustedes, hombres de la tierra de Sión,
que estupefactos, desnudos, ateridos,
cantaron la hatikvah en las cámaras de gas;
pienso en ustedes y en vuestro largo y doloroso camino
desde las colinas de Judea
hasta los campos de concentración del III Reich.
Pienso en ustedes
y no acierto a comprender
cómo olvidaron tan pronto
el vaho del infierno”.
(Luis Rogelio Nogueras)