Vivir la vida con alegría y generosidad

El domingo 30 de abril concluyó el festival Cor’s a Escena 2006. Ese fin de semana se reunieron en el colegio Salesiano de Horta (Barcelona) cerca de mil jóvenes entre 14 y 25 años. Según me cuentan la valoración del encuentro ha sido muy positiva. La organización, los espacios, las obras, las visitas culturales, etc, han resultado muy bien. Un sobresaliente, por las informaciones que me llegan, al equipo cero, encargado de poner en marcha todo y de trabajar duro para que saliera bien. Y terminó el encuentro con una eucaristía que, este año, estuvo presidida por don Pascual Chávez, Rector Mayor de los Salesianos que está de visita por Cataluña. Transcribo la homilía, las palabras que don Chávez dirigió a los jóvenes:


HOMILÍA DE LA MISA DE CLAUSURA DEL FESTIVAL “COR’S EN ESCENA 2006”


Tengo la alegría de estar aquí en la Casa de Barcelona-Horta y poder participar en la conclusión del Encuentro COR'S A ESCENA 2006, que ha dado vida al movimiento de Arte y Expresión del Movimiento Juvenil Salesiano de la Región.

Desde el momento del inicio de la celebración habéis querido representar el Teatro de la vida, detrás del cual está Alguien, no tanto en el sentido de un hábil manejador de marionetas sino en el más profundo de que en él es posible descubrir la presencia de Dios.

Os felicito por la iniciativa, muy salesiana además, del cultivo del Arte y la Expresión como medio de desarrollo personal y como precioso medio de comunicación. Para Don Bosco era una forma de educar y evangelizar tanto a los actores como a los espectadores.



La palabra de Dios que hemos escuchado resulta muy iluminadora, pues nos presenta, en la primera lectura, el discurso de Pedro a todo el pueblo, después de la curación de un paralítico, y en el Evangelio, la aparición de Jesús a los Discípulos después del regreso a Jerusalén de los discípulos de Emaús, que habían encontrado por el camino a Jesús y del que estaban contando como lo habían reconocido en la fracción del pan. Las dos lecturas, en efecto, nos hablan de la acción maravillosa, estupenda, de la resurrección del Crucificado, que viene a cambiar la vida de los suyos y los hace sus testigos para que otros puedan encontrar el sentido de la existencia humana y la forma de abrir las puertas de la muerte.

En la curación del paralítico Dios ha glorificado a su siervo Jesús, aquel al que el pueblo no reconoció, antes bien, lo negó y lo condenó a una muerte injusta. Y éste es precisamente el gran mensaje que nos da el texto de Hechos de los Apóstoles: Cuando se desconoce el designio de Dios se pervierten los valores humanos, como en este caso en el que se concede la gracia a un asesino y se condena a la muerte al “autor de la vida”. Pero la muerte no es más fuerte que la vida, el egoísmo no es más fuerte que el amor. La historia, en fin de cuentas, no es guiada por los hombres – aunque así lo parezca– sino por Dios que en su poder ha resucitado de entre los muertos a su siervo fiel. Los apóstoles, y por tanto todos los creyentes, somos testigos de este hecho y participamos de la vida divina que nos ha comunicado el Resucitado. Gracias a este dinamismo divino, que nos ha sido comunicado desde el Bautismo, somos capaces de realizar cosas maravillosas y, sobre todo, de invitar a la conversión.

La lectura de la realidad que hace Pedro y su predicación son precisamente fruto de su encuentro con Jesús Resucitado al que ellos habían visto morir en la cruz, un suceso que quebraba todas sus esperanzas. Por eso son los primeros que se resisten a creer en la resurrección. El evangelio de Lucas nos dice que, cuando se presentó en medio de ellos, se asustaron tanto que confundieron a Jesús con un fantasma y, posteriormente, cuando les hace ver las marcas de pasión, se llenan de una alegría tan grande que no lo podían creer y estaban sorprendidos.



Sólo cuando Jesús les explica las Escrituras y les hace comprender que “era necesario” que el Cristo padeciera para resucitar al tercer día, se les llenó de luz la mente y de fuego el corazón.

Como a los discípulos a nosotros nos cuesta la aceptación de un Dios Crucificado y, sobre todo, el que “sea necesario” pasar por la cruz para alcanzar la resurrección. Sin embargo, hay que decirlo sin ambages, para lograr la plenitud de vida no hay vías más cortas. La razón es evidente: sólo el amor, que ha pasado del eros al ágape y se traduce en la caridad pastoral, salva, porque la salvación no es otra cosa que la transformación de la persona desde su interior. Y esto es fruto del amor de Dios.

Os deseo que la alegría pascual que hoy y aquí celebramos crezca y alcance su plenitud en la vida eterna. Nuestra alegría es la esperanza de compartir para siempre con Jesús Resucitado lo que ahora creemos y celebramos. Somos peregrinos de la vida.

Por supuesto esta alegría no anula el cansancio y el sufrimiento del camino. Exige esfuerzo, conversión de corazón, compromiso para conservarla porque fácilmente puede ser perturbada e incluso aniquilada por el cansancio, la angustia, la desesperanza.

Afortunadamente no estamos solos ni desprovistos en el viaje: nos sostiene la comunidad, compañeros de camino, y tenemos como viático el Espíritu Santo, que hay que saber pedir y acoger.

Como veis, queridos amigos, jugamos a vivir, pero en el juego nos va la vida. Si la queremos ganar hay que vivirla con alegría y generosidad. El único que ha triunfado sobre la muerte es Aquel que, siendo el autor de la vida, la vivió en plenitud entregándola por nosotros: “Ninguno tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos”.


Don Pascual Chávez Villanueva,
Rector Mayor de los Salesianos de Don Bosco.

Volver arriba