Síndrome de Telediario



Como todo el mundo sabe, soy periodista. Por tanto conozco el universo de la noticia, sus leyes drásticas de proximidad.,de “hombre que muerde a perro”, de la necesidad de provocar lectura o escucha, etc. Siempre he defendido el trabajo periodístico como un fieri, un quehacer que se realiza en poco tiempo y que no se acaba en una sola noticia.

Pero reconozco que me encuentro en un momento de empacho, saturación y subsconsciente sobrecargado. El tema catalán, sin duda, es de capital importancia, para el presente y futuro de nuestro país. Pero a la angustia que conlleva casi todo, como ver que un pedazo de España quiere desgajarse, que parientes y amigos se alejan, que familias se rompen, que las empresas huyen de Cataluña, que los jueces actúan con dureza, que los de la otra bandera se montan también en el odio y un largo etcétera, se une la orientación partidista de muchos medios, y sobre todo la reiteración. Por ejemplo, la noche en que el vicepresidente y los consellers fueron encarcelados, la Primera de TVE repitió la misma información tres veces seguidas, con los reporteros de las cárceles reiterando tres veces la misma historia.

Quieras o no te vas a la cama con el subconsciente cargado. A esto se une una morbosa afición de los sucesos de sangre, que en otros tiempos se quedaban en un suelto perdido en una esquina del periódico o alimentaban las fauces de El Caso. Ahora son el pan nuestro de cada día, destacados en primera como manjar suculento de los informativos. Dicen que para denostar la violencia de género. Empiezo a dudar si no la fomenta.

Todo ello y la carencia de mensajes amables y reconciliatorios está creando un peligroso síndrome de telediario que no socava la conciencia y crea un poso interior de angustia y culpabilidad. Si no amas tiernamente a Puuigdemont no eres buen catalán y si te parece excesiva la medida de los jueces, no eres un buen español. Los medios y sobre todo los políticos que amplifican los medios, lejos de ayudar a la reconciliación, echan leña al fuego, más según su ideología o tendencia política.

Es verdad que el español medio encuentra un exudativo en las chorradas que se envían por Whastupp. Pero eso no cura la carencia de una búsqueda de serenidad en los valores éticos y universales, que en la comunicación brillan por su ausencia. Necesitamos que hable la gente de bien y que los medios transmitan los hechos y las sonrisas de gente normal, please!
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