El alma del pescador


En el rostro de este pescador perdido en el tiempo, gracias a los pinceles de un pintor, se ha quedado congelado todo un mundo de matices: el trajín de las redes y el horizonte del mar, el miedo a la galerna y la noche entera faenando sin pescar nada. Sus ojillos siguen desde el cuadro escrutando el futuro y tienen vivo el primer amor y la primera muerte, el cabrioleo plateado de los peces recién capturados y muchas jornadas de brisa sobre su curtido rostro.
Vamos de paso. Solo el arte, que es una forma de amor, puede abrazar el alma escondida de este pescador anónimo de 1890, cuyo retrato se conserva en el museo de Oporto, eternamente vivo para quien sea capaz mirarlo.
Así debe ser la mirada de Dios sobre cada una de nuestras pequeñas vidas.
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