"La sinodalidad es el último intento de salvar a la Iglesia... de sí misma" La Iglesia no existe para el "control social" al servicio de los opresores sino para liberar de las estructuras de pecado que deshumanizan las sociedades.

La Iglesia no está para el "control social" al servicio de los opresores sino para la liberación de las estructuras de pecado que deshumanizan las sociedades.
La Iglesia no está para el "control social" al servicio de los opresores sino para la liberación de las estructuras de pecado que deshumanizan las sociedades.

Después de Francisco, no podemos volver a repetir otro invierno eclesial, como sucedió después del Vaticano II. Su labor profética, poco habitual en quien preside una institución tan "institucional", debe profundizarse en todos los cabos sueltos que dejó como "procesos".

El aspecto más decisivo de las reformas de Francisco ha sido el diálogo con los de afuera, con los alejados, con las periferias, sacando a la Iglesia de su obsesiva preocupación por la autopreservación de su estructura clericalista...en el plano interno inauguró el "mega-proyecto" de la Sinodalidad que apenas ha comenzado.

Muchos grupos religiosos se convirtieron en el pasado, a veces sin quererlo y otras por cobardía o búsqueda de réditos proselitistas, en cómplices de sistemas sociales injustos. Conseguir prosélitos con asistencialismo y manipulación religiosa para engrosar las filas de la institución y a la vez ser funcionales a la reproducción de miseria y corrupción... que les concedían privilegios.

Clericalismo, asistencialismo y paternalismo son deformaciones religiosas en conflicto con la Sinodalidad y la lucha contra las injusticias sistémicas tanto fuera como dentro de la Iglesia. Tendremos que acompañar fuertemente al nuevo Papa, un prodigio de Curriculum Vitae, para continuar y superar el camino de Francisco.

Después de Francisco no podemos volver a repetir otro invierno eclesial, como sucedió después del Vaticano II. Su labor profética, poco habitual en quien preside una institución tan "institucional", debe profundizarse en todos los cabos sueltos que dejó como "procesos".

La Iglesia católica vive una encrucijada: Francisco ha agitado aguas estancadas, pero su éxito dependerá de si se logra convertir su carisma en estructuras duraderas. Francisco alentó como pocos su experiencia de la teología del Pueblo de Dios enunciada en el Vaticano II y fue consciente que "la Iglesia no se reforma desde arriba, sino desde abajo"(H.Küng), que es donde "el Verbo se hizo carne y habita entre nosotros" (Jn1, 14). Evitar un nuevo "invierno" requerirá no solo un papa reformista, sino una comunidad creyente que exija coherencia entre el Evangelio y las prácticas institucionales. 

El aspecto más decisivo de las reformas de Francisco ha sido el diálogo con los de afuera, con los alejados, con las periferias, sacando a la Iglesia de vivir preocupada por la autopreservación de su estructura clericalista y pasar a ser Iglesia en salida, como hospital de campaña. En esto dió continuidad real al Vaticano II que sacó a la Iglesia de su encierro presumido. Como anécdota merece la pena recordar sus casi 300 entrevistas, la mayoría con medios "no católicos", algo inédito en la historia de los Papas, a quienes el complejo romano, busca proteger de la exposición controversial.

diálogo con los desencantados de la Iglesia
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También lo ha sido el diálogo hacia el interior del Pueblo de Dios en el mega proyecto de Sinodalidad, que ha dado muy pocos resultados por la inercia de ese mismo clericalismo, que pretende controlar sumisos acólitos en vez de servir y escuchar a personas reales.

Evangelii Gaudium ,Laudato Si, Fratelli Tutti,Dilexit nos y todos los documentos y encuentros como el de los Movimientos Populares, Scholas Occurrentes, el día Mundial de los Pobres, etc., enfatizaron el papel de la Iglesia en el tratamiento de los problemas sistémicos, porque no hay persona sin sociedad, ni cristianismo sin Pueblo de Dios ni vinculación con la humanidad.

Francisco  tenía presente la contradicción histórica y teológica en América Latina: muchas veces la Iglesia limitó su acción a un asistencialismo religioso, que buscó paliar efectos sin confrontar causas, convirtiéndose en cómplice de los sistemas que generan pobreza. Esta dinámica, lejos de ser neutral, consolidó lo que la Doctrina Social de la Iglesia llama "pecado estructural", es decir, mecanismos sociales, económicos y políticos que institucionalizan la injusticia y retroalimentan las opciones morales de los individuos.

Muchos grupos religiosos se convirtieron, a veces sin quererlo y otras por cobardía o búsqueda de réditos proselitistas, en cómplices de esos sistemas. Conseguir prosélitos mediante el asistencialismo para engrosar las filas de la institución, controlar religiosamente sus conciencias y a la vez ser funcionales a sistemas reproductores de miseria y corrupción... que les concedían privilegios.

El asistencialismo paternalista y clericalista es además una caridad incompleta. El mal es “incompletez” del bien, como afirmaba Santo Tomás de Aquino (“Bonum ex integra causamalum ex quacumque defecto"): grupos religiosos que satisfacen necesidades básicas sin abordar los problemas sistémicos, convirtiéndose en cómplices funcionales de los mismos. Esto permite que los sistemas opresivos continúen alegremente porque se satisfacen las necesidades inmediatas, reduciendo y postponiendo indefinidamente la urgencia de un cambio estructural.

Este pecado comienza con decisiones de individuos socialmente influyentes pero se transforma en pecado colectivo y sistémico, como denunció la Conferencia Episcopal en Medellín (1968): "La injusticia institucionalizada es violencia" (Paz, n. 16).Al respecto decía el obispo Helder Cámara "los sistemas injustos fabrican los pobres ...y nosotros se los cuidamos". Es el mismo mecanismo colonialista que fabrica inmigrantes porque se los obliga a salir de sus países expoliados y "guerrificados", para poder sobrevivir. Asistir a los que llegan sin atacar la causa de que una parte numerosa de la humanidad huya de sus hogares, no alcanza.

cuando pregunto
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Francisco advirtió en LS sobre el nuevo colonialismo global. El paradigma tecnocrático que rige el mundo es el individualismo egoísta que vive sumido en el consumismo y en fantasiosos relatos nacionalistas y xenófobos que promueven armamentismo y preparan para la guerra. Es una cultura del descarte, una economía que mata y una tecnología al servicio de la explotación de los más pobres y del planeta. Ser "católico" o "católico practicante" no nos salva (además de ser un término que necesita ser urgentemente revisado), si no hacemos un proceso de discernimiento desde el Evangelio y junto a los descartados de las periferias (Mt 25).

Clericalismo, asistencialismo y paternalismo son deformaciones religiosas en conflicto con la Sinodalidad y la lucha contra las injusticias sistémicas tanto fuera como dentro de la Iglesia. Tendremos que acompañar fuertemente al nuevo Papa, un prodigio de Curriculum Vitae, para continuar y superar el camino de Francisco, no sea cosa que nos dure poco como Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa, que "no pudo ser".

Ser levadura implica riesgo: persecución, marginación, o perder privilegios. Pero es el único camino para una Iglesia fiel al Evangelio. Como dijo el papa Francisco: "Prefiero una Iglesia accidentada por salir a servir, que una Iglesia enferma por encerrarse" (Evangelii Gaudium, 49).

La Doctrina Social de la Iglesia no es un manual de buenos modales, sino un llamado a la revolución del amor que se encarna en los problemas sociales. Si la Iglesia no asume este rol, será cómplice de un mundo donde los pobres siguen crucificados y los poderosos dormitan con la conciencia tranquila. La levadura de la Gracia no pide permiso: fermenta y expande el Reino de Dios, comprometiéndonos a ser agentes de cambio en el mundo.

poliedroyperiferia@gmail.com

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