"El profeta es un mensajero en la frontera de lo que se vive" Sin Profetas no hay Adviento

Sin Profetas no hay Adviento
Sin Profetas no hay Adviento

Las instituciones y las sociedades, como todos los seres, tienden a mantenerse  en su estado, en su “status quo”. Nada cambia “porque sí”, dado que si las cosas están como están es porque le conviene a quienes controlan el sistema. Los profetas tienen la ingrata tarea de provocarlos para que cambien, para que se renueven, para que se conviertan una y otra vez. 

Aburguesamiento significa domesticación de la fe, su degradación en una cómoda práctica piadosa individual y privada, alejada de los desafíos sociales y políticos y cómplice de conformismo con los sistemas injustos. Es la versión de un cristianismo acomodaticio y sin capacidad de desafiar el status quo. 

En la actualidad, la figura del profeta sigue siendo indispensable. Muchos líderes religiosos, activistas sociales y pensadores son vistos como "nuevos profetas" que denuncian las injusticias y ofrecen visiones solidarias alternativas para el futuro.

Necesitamos profetas que no se busquen a sí mismos, ni se sientan superiores moralmente, que pongan su foco en el Reino de Dios para transformar estructuras de pecado y no se queden colgados en el detalle moralista de tabloide.

El Adviento, como tiempo litúrgico de espera y preparación para la Navidad, está íntimamente ligado a la figura del profeta. Los profetas del Antiguo Testamento anunciaron la venida del Mesías, preparando el camino para su llegada. Sin sus profecías, la esperanza en la salvación y la expectativa de un nuevo tiempo no habrían tenido lugar.

Sin los profetas, el Adviento sería un tiempo vacío de significado. Sus palabras nos despiertan, inspiran, desafían y nos guían en nuestro camino hacia la Navidad. Al dejarnos herir por sus mensajes, comprendemos la mentira de nuestros apegos a realidades efímeras y renovamos nuestra esperanza en la venida del Mesías, que da cumplimiento y más, a todo deseo humano.

El profeta es un mensajero en la frontera de lo que se vive y la conversión a otro tipo de vida, la que nos trae Jesús. En las fronteras se forma la fisonomía y la identidad del Cristianismo. Francisco las ha llamado “periferias” y se ha dado cuenta que hay que poner allí la tienda de campaña como lo hizo Jesús. Los profetas están en la frontera, en los umbrales del Misterio y los límites de lo humano.

‘Informe RD’ con análisis y el Documento Final del Sínodo

Bartolomé de las Casas_ Profeta de los aborígenes sin voz
Bartolomé de las Casas_ Profeta de los aborígenes sin voz GJK

El método del profeta es la provocación. No se limita a transmitir mensajes "bobonitos" y religiosamente "correctos", sino que cuestionan el status quo, desafiando las estructuras de poder, las injusticias sociales y las prácticas religiosas rutinarias y puestas al servicio de la casta mercantil del templo.La provocación profética es expresión del amor al único Dios, Shemá, y renuncia al becerro de oro y toda idolatría, construida por manos humanas para servir a intereses de unos pocos. Jesús misericordea a los que sufren, pero no desde categorías “sagradas” o de  “realeza”, sino desde los márgenes de la sociedad e instituciones. Allí puso nuestra tienda de campaña. Allí vivió y murió como marginal, no como los famosos o poderosos de este mundo.  

La finalidad de su prédica es la conversión, un cambio radical de corazón, porque un obrar nuevo solo puede provenir de un sujeto nuevo. Esto requiere un abandono de las estructuras inhumanas que provocan daño, que no dejan crecer, que no incluyen y así encontrarse con el verdadero Dios, que hace salir el sol para todos.

Los profetas presentan una visión alternativa, diferente, de justicia, fraternidad  y paz, que Jesús llama Reino de Dios. Esto implica tomar partido, no ser tibio, porque “no se puede servir a dos señores”, el que no nace de nuevo, no renuncia a todo, no se vuelve como niño,no lo comprende. 

Las instituciones y las sociedades, como todos los seres, tienden a mantenerse  en su estado, en su “status quo”. Nada cambia “porque sí”, dado que si las cosas están como están es porque le conviene a quienes controlan el sistema. Los profetas tienen la ingrata tarea de provocarlos para que cambien, para que se renueven, para que se conviertan una y otra vez. Si todo está bien, ¿por qué habría que cambiar?  Pero nunca una sociedad humana estará bien si no  todos son incluidos en su bien-estar, una tarea hasta el fin de los tiempos. 

Por eso ser profeta siempre ha sido una tarea peligrosa. Los profetas, al “hacer lío”, enfrentan oposición, persecución e incluso la muerte. Sin embargo, su valentía y determinación son fundamentales para la transformación de la sociedad y la iglesia.

La Ley y los Profetas son dos pilares fundamentales del Antiguo Testamento, que juntos conforman la base de la fe judía y cristiana. La Ley y los Profetas, Moisés y Elías del Tabor,  están estrechamente relacionados. La Ley establece los fundamentos de la relación entre Dios y el pueblo de Israel, mientras que los Profetas interpretan y aplican la Ley a situaciones concretas, revelando su sentido más profundo. La Ley y los Profetas son poliédricos, forman un todo: revelan la historia de la salvación y el plan de Dios para la humanidad.

Ellos denunciaban la infidelidad del pueblo de Israel a Dios reflejada en las injusticias sociales, e invitaban al pueblo a arrepentirse y volver a Dios. Pero su mirada no estaba puesta en la catástrofe sino en la conversión y el anuncio de la esperanza: la promesa de un futuro mejor, la venida del Mesías.

La provocación profética sigue siendo relevante hoy en día dentro y fuera de la Iglesia. En un mundo marcado por la enorme desigualdad, la injusticia y la crisis ambiental, necesitamos voces que nos desafíen a cambiar y a construir un futuro más justo y sostenible y una Iglesia más inclusiva y menos clericalista.

En la actualidad, la figura del profeta sigue siendo indispensable. Muchos líderes religiosos, activistas sociales y pensadores son vistos como "nuevos profetas" que denuncian las injusticias y ofrecen visiones solidarias alternativas para el futuro. Profetas que no se busquen a sí mismos, ni se sientan superiores moralmente, que pongan su foco en el Reino de Dios para transformar estructuras de pecado y no se queden colgados del detalle moralista de tabloide.

Clelia y Jerónimo Profetas de los sacerdotes casados
Clelia y Jerónimo Profetas de los sacerdotes casados

Aunque el contexto histórico y cultural cambien, la necesidad de voces que interpretan los "signos de los tiempos" y nos orienten hacia un futuro más justo y humano sigue siendo esencial.Los signos de los tiempos son aquellas realidades sociales, culturales, religiosas, políticas y económicas que caracterizan una época determinada. Son huellas dactilares de una generación, que nos revelan sus desafíos, sus esperanzas y sus miedos.

El profetismo es liberador, porque anuncia una Misericordia que rompe las cadenas de injusticia y, pone en libertad a los oprimidos y quiebra toda atadura“  (Isaías, 58,6). 

Anti-profetismo y Aburguesamiento del Cristianismo

El cristianismo, especialmente  en contextos occidentales, parece anestesiado actualmente por el individualismo y el consumismo, perdiendo su carácter radical y su compromiso con los más necesitados.

Aburguesamiento significa domesticación de la fe, su degradación en una cómoda práctica piadosa individual y privada, alejada de los desafíos sociales y políticos y cómplice de conformismo con los sistemas injustos.Es la versión de un cristianismo demasiado acomodaticio y sin capacidad de desafiar el status quo. Esta actitud conlleva la pérdida del sentido de misión, la urgencia de compartir el Evangelio con los demás, su reemplazo por proselitismos retrotópicos (campañas de "vuelta al pasado supuestamente perfecto") y manipulación de conciencias débiles.

Las causas de este aburguesamiento son múltiples pero tienen que ver con un debilitamiento de la influencia cultural de la religión, que ya no es digna de confianza después de tantos abusos, ocultamientos y falta de voluntad de cambiar los estilos de vida de sus dirigentes sacralizados. Además, en las sociedades prósperas, la ansiedad materialista y la búsqueda de experiencias mercantilizadas suelen eclipsar las necesidades espirituales. El individualismo neoliberal ha fomentado una visión de la fe centrada en superfluas "necesidades" personales y misticismos desencarnados, fantasías "para sentirse bien con uno mismo", aunque el mundo se hunda en la desigualdad, las guerras, migraciones forzadas, etc.

En el campo eclesial, la excesiva institucionalización de la Iglesia perpetuada por el clericalismo, suele llevar a una burocratización y una pérdida de la vitalidad de la experiencia cristiana, reducida a ritualismo, pietismo y sumisión a un clero super sacralizado que infantiliza conciencias en provecho propio.

El clericalismo eclesiástico, centrado en sí mismo, fomenta la desconexión de los problemas reales de la sociedad y de las necesidades de las personas más vulnerables, la justicia social y la defensa de los derechos humanos.

doroty day profeta de los inmigrantes explotados
doroty day profeta de los inmigrantes explotados

Su anti-profetismo fomenta el miedo a los conflictos, a la confrontación con voces críticas. Los poderosos buscan silenciar a los profetas para mantener el status quo y proteger sus intereses, presionan socialmente, desde su posición dominante, para reprimir las conciencias y voces discordantes. 

El Anti-profetismo clericalista produce un estancamiento y al neutralizar las voces críticas, impide el progreso y la transformación social, produciendo un anquilosamiento y perpetuación de castas dominantes. La falta de denuncia de las injusticias perpetúa el sufrimiento de los más vulnerables. Pero la represión de estas voces críticas son una olla a presión que conduce al aumento de resentimiento y violencia en la sociedad y la Iglesia.

Solo la conversión, el nacer de nuevo, metanoia,  nos puede acercar a la esencia del mensaje evangélico, que enfatiza la justicia, la compasión y el servicio a los demás. Una experiencia de trascendencia vivida en comunidades comprometidas en el diálogo con el mundo, otras religiones y con personas de diferentes creencias.

El aburguesamiento del cristianismo es un desafío que la Iglesia debe enfrentar con valentía y creatividad. Teniendo presente que su principal enemigo está adentro y se llama clericalismo. Es necesario escuchar a los nuevos profetas que Dios envía a su Pueblo y así recuperar la pasión y el compromiso de los primeros cristianos, y renovar la Iglesia para que sea un signo de esperanza y transformación en el mundo de hoy.

poliedroyperiferia@gmail.com

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