5. Mirando al futuro


Parecía lógico terminar este trabajo con el capítulo anterior viendo la actualidad del Concilio Vaticano II. Pero no sobra lanzar una mirada al futuro, para percibir mejor por dónde pueden ir las aspiraciones y tendencias de una Iglesia que precisamente en dicho Concilio se ha puesto en una perspectiva de permanente evolución. Por eso, más que pretender afirmaciones, preferimos hacer algunas propuestas para el futuro.

5.1. ¿Un nuevo Concilio?

Es la primera pregunta que surge cuando intentamos mirar horizontes de futuro. Queremos responder a esta pregunta retomando algunas de las afirmaciones que hace Giancarlo Zizola, unos de los vaticanistas más conocidos y recientemente fallecido (15 de septiembre de 2011) mientras participaba en un encuentro en Alemania, para preparar un evento en la línea del diálogo con las religiones propiciado por el Concilio Vaticano II: un nuevo encuentro en Asís, que recordará aquel realizado en 1986 y que fue anunciado por Benedicto XVI en el mensaje de la Paz para celebrar los 25 años de tal evento.

Zizola parte de la convicción de que, de la crisis, puede surgir algo nuevo:
En la historia de la Iglesia no es raro que las fases de emergencia espiritual se revelen como épocas de cambios espirituales que antes parecían imposibles. Se trata de una paradójica aplicación del principio de redención aplicado al proceso histórico. Si en la crisis por la que pasa la Iglesia contemporánea vuelve a aflorar la propuesta de un nuevo Concilio Ecuménico, no hay duda de que, más allá de la figura canónica de una asamblea tan compleja (esencialmente jerárquica), se tiende a despertar en un conjunto eclesial demasiado esclerotizado un acontecimiento simbólico con el que catalizar las esperanzas de un «nuevo resurgimiento”, aunque un enfoque realista haría temer más bien lo contrario. Es una actitud mental en la que se proyectan las reflexiones difusas sobre la gravedad de los procesos restauracionistas que se están produciendo en la Iglesia universal y el peligro de que podría estarse produciendo un verdadero cisma de hecho, como ha dicho con razón Hans Küng en una entrevista a Le Monde.


Desde este presupuesto se pregunta Zizola: ¿Un nuevo Concilio? Y Responde: Sí, pero verdaderamente universal y colegial:

El motivo principal por el cual el Vaticano II se había revelado como inadecuado para el contexto asiático, y por lo tanto también mundial, era haber sido un Concilio estrictamente euro-americano. Muchos obispos del Tercer Mundo no estaban todavía bastante seguros de sí mismos para tener una influencia significativa sobre la asamblea. El orden del día del Concilio se había hecho en base a los debates teológicos europeos de los años cincuenta y los primeros sesentas. Las preocupaciones fundamentales eran todavía intra-eclesiales y ecuménicas, ancladas en la teología de la misión geográfica, aunque se ocupasen tangencialmente de las religiones no cristianas. Sin embargo, las orientaciones promovidas por el Concilio dieron lugar a procesos identitarios extra-europeos. Así, en esto como en otros temas, el dinamismo del Vaticano II llevaba más allá de lo tratado en el mismo.
La irrupción en el escenario global de gigantes demográficos y económicos como China e India ha planteado al cristianismo un desafío radical, tanto en lo que se refiere a la inculturación del mensaje cristiano en las formas cognitivas de las diferentes tradiciones culturales y religiosas de la humanidad, como en términos de una «teología coherente de la subalternidad”. Ésta, no se preocupa primeramente de la presentación del mensaje, sino de la manera como la comunidad cristiana encarna el mensaje, identificándose con la humanidad excluida, solidarizándose con sus sufrimientos y ayudándola a asumir un papel activo en el proceso social de los marginados.
Se trata de desarrollos históricos y teológicos que defienden la actualidad de la «Iglesia de los pobres”, una de las discontinuidades perdidas en el Vaticano II. El paso a un escenario universal concreto y sufriente podría ayudar a liberar a la Iglesia de un exceso de concentración sobre sus propios problemas internos. Se corre el riesgo de ignorar que el eclesiocentrismo es un síntoma patológico que muestra la carencia de circuitos que hagan posible la comunión solidaria a todos los niveles. Sería necesario aclarar que una sana hermenéutica de la continuidad consistiría en restablecer la continuidad de la Iglesia con las decisiones emanadas del Concilio Vaticano II sobre la participación de todos los miembros de la Iglesia y sobre la colegialidad de su gobierno: una reforma (también de valor ecuménico) sin la cual el peso del papado sería insostenible para un solo hombre. La reforma del primado había sido aceptada por Wojtyla en la encíclica Ut unum sint (1955), pero allí se ha quedado.


Guía para la lectura personal y diálogo en grupo:

* Hacer un listado de las insatisfacciones, que las personas con las que se tiene relación, manifiestan… y trata de formularlas en forma de desafíos.
* Trata de expresar las propias expectativas que te han ido surgiendo en el proceso de reflexión que venimos realizando…
* Intenta presentar alguna alternativa que apunte a responder a los desafíos de renovación que plantean a la Iglesia el Concilio y el mundo actual
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