Niño Jesús, niño migrante, es Navidad. Acuérdate de los migrantes del mundo. Un niño nos es nacido. En un pesebre, en exclusión. Las puertas de las posadas y los mesones, niño Dios, estuvieron cerradas para ti. No fue sólo esto. Pronto fuiste perseguido, fuiste presa de la violencia de un rey sanguinario, el rey Herodes. Te quisieron matar, niño divino. Tuviste que huir. ¡Huye, Jesús mío, huye! El mundo está perdido y te necesita. Aún no puedes morir. Tienes que emigrar, huir como un refugiado, en la oscuridad. Huye, Jesús, sé tú también migrante. Así comprenderás mejor el rostro de los niños migrantes del mundo. Quizás tu rostro junto al de tus padres, José y María, huyendo y asustados, debe ser el rostro donde se puedan mirar todos los migrantes del mundo.
Niño Jesús, niño migrante, en tu rostro, en estos días navideños, podemos ver reflejados todos los rostros de los niños que se alejan de sus raíces, que huyen del fantasma del hambre o de la violencia... los rostros de sus padres que cruzan nuestras fronteras con cierto temor e incertidumbre. Cruza tú con ellos, Jesús, esas fronteras en días de Navidad. Quédate con ellos en la noche que algunos llaman de paz y de amor. Reaviva tus experiencias de niño migrante a Egipto en un abrazo divino a los migrantes del planeta.
Niño Jesús, niño migrante, las gentes y los pueblos hablan de ti como niño carpintero, como niño docto preguntando a los doctores en el templo, como niño que crecía en sabiduría... pero pocos hablan de ti como niño migrante, huido, refugiado. Yo quiero sacar tu figura de emigrante y refugiado esta Navidad. El Jesús huyente, el Jesús envuelto por la oscuridad buscando refugio en Egipto. ¡Cómo no vas a ser consciente de las circunstancias de las migraciones internacionales! Niño Jesús, el que será después experto en sufrimiento, varón de dolores, acoge el clamor de los migrantes del mundo. Acógelo, de una manera especial en esta Navidad.