Hemos considerado algunas de las dificultades con que los psicólogos nos encontramos de cara al ejercicio de la profesión fuera y dentro de los entornos evangélicos. Pero, como se suele decir, aquí viene “donde lo matan”. Me explico: los psicólogos que, además de ser psicólogos, son cristianos (o mucho mejor dicho, los cristianos que, además de serlo, somos también, por fortuna o por desgracia, psicólogos) ¿qué hacemos a la luz de ciertas críticas recibidas respecto a la legitimidad de nuestra profesión? ¿Dejamos de ejercerla? ¿Lo hacemos sólo respecto a personas que no compartan la fe? ¿O más bien seguimos adelante entendiendo que tenemos algo que decir desde esa profesión donde el Señor nos ha puesto entre los que no creen, sí, pero también entre los que creen?
¿Desechamos ciertos ámbitos laborales (como la política, la investigación genética o el derecho) simplemente porque puede suponer un cierto problema compatibilizar los enfoques de la profesión con los del cristianismo, ejercer el propio oficio y actividad sin faltar a los principios que nos sustentan como creyentes y personas? Y¡ojo!, sin hacer concesiones, que “compatibilizar” no significa cambiar ni una coma de la Biblia. Más bien parece razonable y beneficioso que en todas las profesiones hubiera más cristianos de los que hay, que probablemente otro gallo nos cantaría.