Ya, en las cercanías de la Semana Santa, quiero hacer una sencilla reflexión sobre la cruz, reflexión sencilla, un tanto imaginaria y fuera de todo tipo de pretensiones teológicas. En muchas ocasiones, al mirarla, es como si viera cuatro brazos. Hay cruces que los cuatro brazos son iguales, otras que alargan el que va hacia la tierra, acortan el que va hacia el cielo y, los que se esparcen en horizontal suelen ser iguales. Uno hacia la derecha y otro hacia la izquierda, aunque nunca se sabe cuál es el de la derecha ni cuál es el de la izquierda. Depende de la perspectiva, del lugar desde donde se la mire. Quizás es que para el lenguaje de la cruz no hay ni izquierdas ni derechas.
Es curioso que el brazo que a mí me parece que se dirige hacia el cielo suele ser el más corto. No sé cómo algunos cristianos, los que todo lo espiritualizan, no invierten la cruz con el brazo más corto hacia la tierra, y con el largo, quizás extendiéndolo hacia el infinito, intentan tocar el cielo... a muchos humanos les atrae más lo divino, el ser como los ángeles, que los deberes de projimidad. Por eso hay situaciones difíciles como el tema de las migraciones internacionales que estamos tratando. Es necesario, quizás, que el hombre, sin dejar de mirar hacia arriba, se fije en la grandeza de los brazos horizontales de la cruz. En ellos se mueven nuestros prójimos, los más débiles, muchos inmigrantes extranjeros, los pobres del mundo. Quizás, desde esa horizontalidad de amor y solidaridad humana, aprendamos a ver la importancia del brazo que se dirige hacia el cielo. Lo sabremos apreciar mejor, le daremos un plus de valor. El que dice que mira hacia su responsabilidad con el brazo que se eleva, con lo espiritual, y no mira a la responsabilidad de la horizontalidad de la cruz, a su hermano pobre o diferente, es mentiroso. Espiritualidad muerta.