Un libro y su prólogo

Cuando escribí el libro Compasión y misericordia en el contexto del Año de la Misericordia del Papa Francisco, pretendía resaltar lo que me sigue pareciendo esencial del mensaje de Jesús para sus seguidores, los cristianos. Y sigo estando muy agradecido al extenso y precioso prólogo que me escribió José Antonio Pagola. Ahora quiero compartir en este blog la lectura de otro libro: Jesús, la misericordia conflictiva del Reino, que a buen seguro hubiese yo firmado como continuación del que escribí entonces; solo que en esta ocasión, el autor es José Laguna; y el prologuista, José Antonio González Faus.

Es un texto breve, de apenas ciento cincuenta páginas, pero que aporta una mirada penetrante sobre la otra cara de las bienaventuranzas. El resumen cabe simplificado en una máxima de Hélder Camara ("Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal dicen que soy un comunista"); y en el Principio Misericordia, de Jon Sobrino. Pero la novedad, o mejor dicho, la originalidad de Laguna, estriba en desmenuzar las actuaciones de Jesús alertando de que "si eliminamos el desafío religioso y político que generaron sus actos de misericordia, quedarían sin justificar las razones históricas de su condena a muerte". Y recordando también que los exegetas cuando hablan de pobres y hambrientos en las bienaventuranzas de Mateo y Lucas, se refieren a realidades estructurales, no solo a desgracias puntuales.

Todo gira en torno a los más desfavorecidos, por serlo; Jesús es parcial con el necesitado. Y para eso, propone un cambio de fondo en las relaciones religiosas, en donde la religión del poder pase a ser una religión de servicio y misericordia que dejaría de ser una acción más para convertirse en lo que Laguna llama "principio estructurador" de la actuación de Dios y de Jesús -siguiendo a Sobrino- y que debe serlo de la Iglesia.

Así las cosas, las obras de misericordia transitan entre la cruz y la resurrección. Y este hacer Reino de Dios en la historia conlleva la oposición virulenta de los poderosos del antirreino, que ven como peligra su posición de privilegio. Y entre estos, las instituciones religiosas reciben su recado del Mesías al priorizar la institución sobre el mensaje de Cristo. Lo explica muy bien Laguna cuando reflexiona así: ¿qué conflicto genera da de comer al hambriento, acoger al forastero o asistir a los enfermos? Ninguno, a no ser, claro está, que para dar de comer al hambriento se eche mano de los panes reservados para el culto, que el forastero al que hay que acoger sea un pecador samaritano o que el enfermo al que se cura sea el criado de un soldado romano invasor.

Laguna va desgranando misericordia tras misericordia -las de Mateo y las de Lucas- sacando el lado más comprometido que supone trabajar por el verdadero Reino de Dios. Un libro imprescindible y sencillo de leer, en mi opinión, para ver el otro lado de la implicación radical de Cristo por todos, sin exclusión, nunca mejor dicho. Preocuparnos por los peligros de la obesidad más que por la muerte a mansalva por inanición de niños y mayores puede servir de alarma general para nuestras conciencias.

Acabo con una referencia obligada al prólogo de González Faus. Es cortito, a diferencia del que me regaló Pagola, pero ambos son muy reseñables. La llamada de atención que anuncia el teólogo valenciano con pluma serena me parece luminosa: el mundo occidental está estructurado como antisistema al tiempo que recuerda la frase del Papa: "Esta economía mata". Nos deja pensando sobre el peligro que corremos en nuestra apuesta sincera cristiana de desnatar la misericordia, de etiquetarla entre lo sentimental y lo ñoño perdiendo el valor liberador que atesora.

Lo dicho, una lectura imprescindible, el libro y el prólogo.
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