Un nuevo concepto de prójimo

Es difícil hacernos una idea real del contexto en el que vivió Jesús y del impacto que produjo con su manera de actuar. En aquellos tiempos, la población en Palestina se visualizaba mejor dividida por ricos, clases medias y pobres, en un cruce de culturas hebrea, griega y romana. Muchos judíos del tiempo de Jesús no tenían otro medio de vida que la mendicidad explotados por los poderosos terratenientes y discriminados por los líderes religiosos que se amparaban en una literalidad de la Ley que acabaron por adecuarla a sus propios intereses.

Jesús vivió en una época marcada por dos realidades omnipresentes: la omnipresencia de la ley judía en la práctica diaria de un pueblo que esperaba impaciente la llegada del Mesías que les liberara, y la presencia de los romanos como fuerza de ocupación. Aquellas gentes dependían oficialmente de dos jurisdicciones: la del emperador y la del Sanedrín, sojuzgado por Roma aunque tolerado, al ser el judaísmo una religión del imperio. Otra cosa fue cuando los cristianos se separan del judaísmo para convertirse, de facto, en una religión perseguida.

Es este ominoso escenario histórico, se encarnó y actuó Jesús, tomando una clara opción religiosa por los excluidos: los enemigos, los pecadores peor vistos (publicanos y prostitutas), los rivales religiosos (samaritanos), las mujeres y los niños, los enfermos, incluso los más apestados (leprosos), los extranjeros incluidos los invasores romanos, los pecadores, incluso los recaudadores judíos que explotaban para Roma y se enriquecían. Él cuenta con ellos y les ama. Por eso mismo acabó siendo él mismo un excluido.

En lugar de predicar teología y leyes divinas, Jesús comienza acogiendo inclusivamente a los más desfavorecidos. En realidad, lo que hace Jesús es desplazar el centro religioso del Templo, la Ley, la familia y la tierra como lugar escogido por Yahvé para el pueblo elegido; y lo desplaza a la inclusión amorosa a todos, empezando por los que más necesitaban de inclusión. En realidad, toda la vida del Maestro fue una apuesta inclusiva.

En medio de tan ominosa realidad, el evangelista Marcos nos presenta una condición novedosa de "discípulo" (es decir, "enviado") desde la que Jesús va desmontando las ideas preconcebidas que tenían del Mesías prometido desde muchos siglos atrás, para que conozcan el mensaje verdadero de la Ley. Pero se muestran refractarios a la luz del Maestro. Por eso, la piedra angular del evangelio de Marcos es la curación del ciego de Betsaida -un excluido por su enfermedad- que se refuerza con otra curación, la del militar romano, que además de extranjero era invasor, por tanto doblemente odiado y excluido. Sin embargo, los dos ven con los ojos del corazón y sienten a Dios como experiencia que se revela sanadora. Ambos resultan ser una posibilidad real para todos los que se tomen en serio la Buena Noticia y el nuevo concepto de prójimo.

Esa fe verdadera que nos llevará ineludiblemente a las obras de misericordia es como las estrellas: que no podemos tocarlas pero las podemos escoger como guías para seguirlas hasta nuestro destino. Porque la epifanía está de rabiosa actualidad con el Año de la Misericordia actualizando así la bonita historia de fe en los Reyes Magos.
Volver arriba