Atracar y zarpar

Un día cualquiera, conversando en Puerto Cortés, Honduras, con unos marineros de un buque escuela, me decían con una no oculta alegría que hay dos palabras fundamentales en la vida de todo marinero, que son atracar en el puerto (lo que significa que se ha llegado al final de una tarea) y zarpar («mar adentro»), lo que significa iniciar un nuevo recorrido para cumplir con una meta. Es lo que nos reúne antes de concluir nuestro 2º congreso latinoamericano sobre doctrina social de la Iglesia.
«Mar adentro» es la expresión castellana para lo que todavía muchos en la marinería reconocen como Duc in altum, que fue la orden que diera el Señor Jesucristo a Pedro y a los pescadores en un momento en que la duda y la incertidumbre habitaba en sus corazones.
Duc in altum, «Mar adentro», es ahora la consigna en el inicio de este nuevo milenio, en el cual tenemos que asumir la tarea de responder a los múltiples desafíos que la realidad nos presenta; los desafíos que nosotros mismos nos planteamos frente a ella en el propósito principal de humanizar el mundo en que vivimos.
Quiero mantenerme a lo largo de esta conferencia en el ámbito de la marinería. Mirando a mi amigo marinero en el puerto, encontraba que cada día –a pesar de que el barco estuviera allí inmovilizado– la tripulación estaba permanentemente ocupada en calafatear la nave para evitar las filtraciones de agua, en limpiar bien la madera de los diversos puentes, en templar y sustituir el encordado de las velas, en remendar las velas, en reparar y fortalecer la gavia, en controlar la hélice, en vigilar la tensión del timón, en ajustar los diversos elementos de la navegación:
el cuadrante, la brújula, el sextante, etc.
Yo le preguntaba a mi amigo, a Pedro –por coincidencia, el mismo nombre del pescador de Galilea– por qué se hacía todo aquello, y él me contestaba: «Porque siempre se debe estar listo para zarpar». Hacerse a la mar significa ir con audacia a asumir todos los desafíos que la travesía presenta y saber responder inmediatamente a las asechanzas y peligros que la mar nos impone en cada momento. Recalar en el puerto es solamente una pausa del vivir y es aprestarse de nuevo para la partida.
Cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga