Domingo de Ramos

Comenzamos la Semana Santa y con ella la conmemoración de la muerte y resurrección del Señor Jesús. Este domingo hacemos memoria del evento de la entrada triunfal a Jerusalén, cuando el Señor fue recibido con aclamaciones y el reconocimiento de parte de la gente sencilla, quien sí supo de verdad entender que, quien llegaba montado en un burrito, era el que venía en nombre de Dios. Por eso, le saludaban con Hosannas y bendiciéndolo.

El Profeta Isaías nos brinda algunas ideas para entender cuál es la misión de Jesús. Además, en medio de la crisis que nos golpea en Venezuela, nos ofrece unos elementos para entender que Él es quien nos puede ayudar a entender lo que se debe hacer. Él es quien viene a salvar y para ello ofrece su mejilla y acepta todo tipo de insultos de parte de quienes oprimen a la humanidad.

A la vez, su actitud es la de consuelo: ha venido a confortar al abatido con palabras de aliento. Pablo en la carta a los Filipenses nos ilumina para entender cómo esa profecía se aplica a Cristo: Él fue capaz de hacerse lo más pequeño del mundo y aceptar hasta la muerte de cruz para dar la liberación a todos. Esto tendrá un efecto: el Padre Dios lo exaltará, cosa que va a suceder con la Resurrección. Entonces podremos reconocer públicamente que Jesús el Cristo es el Señor para gloria de Dios Padre.

Quienes somos discípulos y seguidores de Cristo, estamos llamados a imitarlo. En este domingo de Ramos, además de volverlo a recibir en medio de nosotros con hosannas y con bendiciones, para prepararnos a aclamarlo más tarde como el Salvador; la Palabra de Dios nos sugiere lo que hemos de ser y hacer. Estamos llamados a hacer como hizo Jesús con nuestros hermanos, en especial con quienes están siendo vejados, menospreciados y oprimidos por quienes sólo quieren asegurar sus propios intereses y particular bienestar. De allí la disposición de compartir los sufrimientos de tantos hermanos nuestros, para aliviarlos y para demostrar que no están solos.

De igual modo, hoy más que nunca, al imitar a Jesús, debemos tener una palabra de consuelo. Un consuelo para nuestros hermanos que sufren tanta hambre y tanto menosprecio; pero, que también es una palabra profética que al denunciar el pecado advierte a los opresores que deben cambiar y unirse a Jesús para tener sus mismos sentimientos, que lo son de amor y misericordia.

Si queremos celebrar una semana santa con fe y en sintonía o comunión con el Redentor, hagamos realidad lo que en este Domingo de Ramos nos presenta la Liturgia de la Iglesia: abrirnos a compartir el sufrimiento de los demás, que es el de Cristo Redentor; y ser una palabra de consuelo, como la de Cristo, que es Palabra de vida eterna.
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