Pbro. Ramón Emilio Pernía Noguera

El sábado 29 de abril de 2017, día en que la Iglesia recuerda la Memoria de Santa María Madre de la Luz, a sus noventa años y medio de vida, entrega su alma al Padre para celebrar con él la liturgia eterna. Me encontraba en Roma y junto con el Cardenal Osoro ofrecimos la eucaristía por su eterno descanso. Pocas semanas atrás en compañía de varios sacerdotes pasamos a visitarlo en casa de sus sobrinos en San Juan de Lagunillas donde pasó buena parte de sus últimos años, al calor de sus seres queridos y de los muchos feligreses que le guardaban reverencia y afecto. Era el decano del presbiterio merideño que lo pasa a ocupar ahora su primo hermano Mons. Eduardo Contreras Pernía.

El Padre Pernía fue hombre sabio, culto y santo. Su sencillez encerraba la trasparencia de sus muchas virtudes humanas, cristianas y sacerdotales. Una fuerte afección a las cuerdas vocales le limitó el ejercicio de su ministerio para la predicación, pero no abandonó el confesonario ni el trato con todo el que se acercaba en Bailadores o en San Juan. Siempre tenía una sonrisa en sus labios y una actitud de acogida fraterna y cordial. En esa última visita me impresionó ver sus libros de cabecera en la mesita de noche de su habitación. Libros de rezos, de piedad y de alta teología. Sobresalían los tomos de los “Conceptos fundamentales de teología”. No me extrañó porque en no pocas ocasiones me visitó en mi despacho y me pedía le prestara algún libro que él escogía minuciosamente en mi biblioteca. Tenía preferencia por los libros de teología. Religiosamente al cabo de un tiempo me los devolvía haciendo algún comentario sobre la materia leída.

El padre Ramón Emilio nació en Mesa de Quintero el 6 de octubre de 1926. Sus padres fueron: Francisco Ramón Pernía Duque, nativo de la Grita y Josefa Noguera de Santa Cruz de Mora. Era el más pequeño de cuatro hermanos: Antonio, Teresa, Jesús, y Socorro. Su madre Josefa, le enseño sus primeras letras y en medio de sus quehaceres de costurera se dedicó a enseñarle nociones elementales de lectura y escritura.

El 24 de septiembre de 1938, cuando tenía 12 años ingresó en el Seminario de Mérida, regido por los Padres Eudistas, donde cursó primaria y latinidad. En septiembre de 1943 pasó al Seminario Mayor Interdiocesano de Caracas para continuar sus estudios de Filosofía y Teología. En el año santo de 1950, el 26 de noviembre, recibió la Ordenación Sacerdotal de Manos del Excmo. Mons. Acacio Chacón Guerra. Celebró su primera misa el 4 de diciembre en la Parroquia de Guaraque presidiendo la fiesta patronal de Santa Bárbara y el 25 de diciembre en su natal Mesa de Quintero.

Su larga hoja de servicio ministerial: Vicario Parroquial de Santa Cruz de Mora (1951-52). Ejerció de Párroco en Nuestra Señora del Carmen de Canaguá (1952-53). San Cristóbal de Torondoy, Palmira, Piñango y Arapuey (1953-56). Enfermó gravemente el Pbro. Silvestre Pernía Carrero, Párroco de Bailadores en los primeros meses de 1956, razón por la cual el Señor Arzobispo lo nombró Párroco y sucesor de su tío (1956-64), Siendo declarado en este último año en Sesión Solemne del Concejo Municipal del Distrito Rivas Dávila “Hijo Ilustre de Bailadores”. Párroco de Santiago Apóstol de Lagunillas (1964-68). Canciller de la Arquidiócesis (1968-72). Párroco de San Juan de Lagunillas (1972-80). Y su último curato fue de nuevo Bailadores (1980-97).

Desde 1997, debido a sus limitaciones de salud, permaneció en Bailadores, ayudando, leyendo y orando, alternando con San Juan de Lagunillas por ser clima más seco y cálido, y desde 2010, permaneció más tiempo en esta última hasta su muerte.

Fue sacerdote ejemplar y modelo para las nuevas generaciones de presbíteros. En sus Bodas de Oro Sacerdotales el 26 de noviembre de 2000 dijo: “Abracé la vocación de ser Sacerdote con ánimo decidido y alegre… no me faltaron las ansias de encarnar la palabra de Dios; por eso devuelvo al Señor hoy en ofrenda de sacerdocio cumplido y hecho misericordiosamente realidad, lo que Él me ha dado”. Sus restos reposan en el santuario de Bailadores. Descanse en paz este sacerdote bueno y fiel, de rancia estirpe cristiana de las montañas andinas.

Cardenal Baltazar Porras Cardozo
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