Pérez-Soba: "La crisis se debe sin duda a factores morales"

El Centro de Interés es un lugar de encuentro para reflexionar sobre temas relacionados con la actividad evangelizadora de los seglares. En ocasiones anteriores ha tenido como invitados a D. Javier Cuevas, D. César Nombela Cano, D. Luis Domingo, D. Carlos Divar, D. Ángel Matesanz y D. Julio Lozano.
A respecto de la temática de su conferencia José Alberto Rugelez entrevista al profesor Perez-Soba:
La actual situación económica en la que nos encontramos, ¿no le parece a Ud. Profesor que es consecuencia de la fractura que existe en muchos ambientes entre fe y vida?
La crisis se debe sin duda a factores morales que han permitido todo un conjunto de abusos que han debilitado algunos de los fundamentos en los que sostiene la economía como son los de la confianza, la responsabilidad en el riesgo y la repercusión social de los actos económicos. Detrás de ellos está la fractura que ha separado radicalmente el ámbito social y el privado encerrando en este último el valor de la fe. De este modo se ha pretendido que cualquier realidad social sería neutra ante los sentidos principales de la vida y sería solo motivo de acuerdos.
Es más, se ha pretendido fundar la sociedad solo en el intercambio de bienes materiales, y no en la unión más profunda en las cuestiones fundamentales de carácter moral como son la verdad, la justicia, la comunicación en el bien. Sin estas directrices claramente espirituales la sociedad se hace ciega a lo que permite a los hombres actuar noblemente.
Al querer hacer una sociedad solo a base de leyes civiles, no las morales, se pretende hacer una sociedad justa por sus leyes, sin hombres justos que la sepan vivir. La consecuencia es clara la división progresiva en lo fundamental, que se quiere remediar por una unión en lo secundario.
¿Debe la economía ser orientada por los juicios de la ética o es una iencia aparte que solo tiene que regirse por sus propias leyes?
Considerar que la moral no tiene nada que decir en la economía, es olvidar que no se trata de un acto humano, o que no importa verdaderamente al hombre. Para ello se ha procurado justificar las reglas de la economía desde un planteamiento de una ética utilitarista a base de un simple cálculo de resultados. La crisis nos demuestra una vez más que cuando se pierde el horizonte, el sentido de lo que obramos, sus consecuencias se escapan de nuestras manos.
Es necesario recuperar el significado real de la moralidad para mostrar de qué modo ilumina de un nuevo modo la economía haciéndola verdaderamente humana. Todo ello implica una profunda revisión de la epistemología de algunas ciencias humanas que han querido separarse de cualquier relación con la ética.
El apartar a Dios de todo lo referente a la economía, ¿no lleva a que las acciones del hombre no tengan más sentido que el que la libertad quiera darles, llevando en muchas ocasiones a abusos?
Una libertad vacía acaba siendo esclava de los propios intereses y los deseos más ocultos. Centrar la economía en el simple consumo es un modo de ocultar la razón profunda del hecho económico que tiene mucho más que ver con la verdad del trabajo como promoción personal y la atención de las personas a las que uno se siente obligado.
En particular el sistema económico centrado en el solo consumo no tiene en cuenta el destino universal de los bienes y ha causado desequilibrios graves de economía que son los causantes de desajustes importantes en el orden de las migraciones y del intercambio de bienes.
En definitiva solo los valores superiores pueden guiar el modo humano de guiar los bienes materiales.
¿Es la moral tan solo un sistema de ideas y principios, que no necesariamente tiene por qué incidir en la economía?
La concepción auténticamente cristiana de la moral es la de conducir al hombre a la santidad, esto incluye cualquier realidad humana que debe ser rectamente ordenada por la caridad. En esta perspectiva ha insistido Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est al tratar de la relación entre justicia y caridad en donde insiste en la necesidad de que todo al ámbito humano de la justicia esté dirigido por la caridad.
Una economía asilada acaba siendo inhumana y se vuelve contra el hombre. Ahora lo hemos podido ver a nivel macroeconómico, pero se observaba ya hace mucho tiempo como una cierta debilidad moral, un auténtico adormecimiento ante los valores fundamentales del hombre y la sociedad.