Rouco: "El profesor cristiano ha de ser un testigo fiel de la fe y la verdad"

Afirma que “es tarea propia de la familia la educación de la persona humana”. Para el Cardenal, “en una sociedad individualista, como la nuestra, donde la influencia cultural tiende a forjar un hombre fragmentado y fascinado por una libertad desvinculada, aún cobra más importancia la vocación educadora de la familia como instancia humanizadora. En ella, el individuo experimenta la importancia irremplazable de sentirse amado para aprender a amar, librándole de la experiencia de la soledad –en la que tantas veces se encuentra– cuando busca la felicidad reduciéndola a la mera satisfacción de los deseos”.
Y reconoce que, “siendo fundamental el quehacer educativo de la familia, ésta necesita de otras instancias que le ayuden a conseguir la formación integral de los hijos, pues en sí misma es incapaz de ofrecerles toda la ayuda que necesitan”.
“La escuela, siempre de forma subsidiaria a los padres y en íntima colaboración con ellos, ha de procurar educar a los alumnos de manera que aprendan a ser personas, para lo cual no basta con transmitir sólo conocimientos y habilidades prácticas, sino también educar las conciencias en la virtud”, apunta. Reconoce que “es fácil dejarse llevar por el desánimo ante el malestar de tantas familias, que no saben cómo educar a sus hijos, y tantos profesores cristianos que se sienten contrariados en su actividad docente por la presión de algunas corrientes culturales, que promueven unos modelos de comportamiento alejados de la verdad que ayuda a dar sentido a la vida”. Por eso, añade, “urge recuperar el impulso misionero de las familias y los docentes cristianos que devuelvan a las nuevas generaciones de niños y jóvenes la capacidad de vivir en plenitud”.
En este Año Paulino, propone la figura de San Pablo como “un estímulo y una ayuda para los profesores cristianos a la hora de vivir su vocación al servicio de la tarea educativa”, ya que San Pablo es “maestro, apóstol y heraldo de Jesucristo, que quiere hablar con nosotros hoy”. Por eso, explica, “el profesor cristiano, siguiendo el ejemplo del apóstol, ha de procurar ser un testigo fiel de la fe y la verdad”. Una fe, señala, “que surge como respuesta agradecida a la Palabra de Dios proclamada en la Iglesia, de la que el testigo ha de saber dar razón al entrar en diálogo con la cultura en la que se inserta y que, en cuanto saber razonable, ofrece una respuesta a las cuestiones fundamentales que acompañan la vida de todo ser humano”.
Para el Cardenal, “el profesor cristiano, desde su profunda convicción de fe y aprovisionado de un conjunto de competencias culturales, psicológicas y pedagógicas, deba acompañar a los alumnos en la búsqueda de la verdad, ayudándoles a sortear los atajos del subjetivismo, relativismo y nihilismo, tan presentes en nuestra sociedad, que les incapacita para una apertura a la trascendencia y una acogida libre sincera de la verdad revelada en Jesucristo”.
Concluye su carta manifestando su deseo de que “con ocasión de esta Jornada Diocesaza de Enseñanza quiera Dios que urgidos por el testimonio evangelizador de San Pablo sepamos comunicar en la escuela la alegría y la esperanza que trae el Evangelio. A María, Madre de la esperanza y Virgen de La Almudena, encomendamos el trabajo y las ilusiones de tantos profesores cristianos que desde los distintos centros escolares se esfuerzan por transmitir la verdad de la fe a sus alumnos”.