!Contra la autosuficiencia!

Uno de los defectos que, a nivel mundial inclusive, se consigue en un numeroso grupo de dirigentes es el de la autosuficiencia. Este defecto consiste en pensarse como el poderoso que sabe y puede más que los demás a quienes descalifica con menosprecios, discriminaciones y ofensas. La autosuficiencia abre la puerta a la intolerancia y al fundamentalismo. A la vez es una de las causas para tanta división en la sociedad. Nadie escapa de esta tentación: dirigentes políticos y sociales, ministros religiosos, padres de familia, líderes comunitarios...


Jesús, en el evangelio, lo advierte con una de sus parábolas. Habla de aquellos dos hombres que fueron al templo a orar. El fariseo se mostraba autosuficiente: cumplidor de los preceptos de la ley, le dirigía a Dios una oración llena de soberbia como subrayando "su santidad y perfección". El sí debía ser escuchado por Dios pues hacía todo según la ley y no era como los pecadores. Ponía un punto de referencia: "no soy como ese publicano pecador". En su aparente oración agudizaba su autosuficiencia al considerarse más que el publicano pecador.


En cambio este último se presentaba ante Dios con la conciencia de su pequeñez. No se consideraba digno de ser atendido por Dios y por eso pedía su perdón y su favor. Como lo recuerda el salmista, oraba desde lo más profundo de su condición con la esperanza de ser oído.


Jesús saca la conclusión con una pregunta: "¿Cuál de los dos bajó del templo justificado?" La respuesta del mundo sería clara: el fariseo. La evangélica incomprensible para el mundo, pero también clara: el publicano quien se presentó como un necesitado desde su humildad. La palabra de Dios siempre manifiesta la atención de Dios hacia los más pequeños, particularmente los golpeados y despreciados y excluidos. Así se lo dio a conocer a Moisés en la zarza ardiente cuando le dio la misión de liberar a su pueblo. El libro del Eclesiástico (Siracide) también lo deja ver: "El Señor es un Dios justo... no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja... los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansa; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia".


Hoy, ante tantos clamores de parte de inmensas cantidades de hermanos nuestros, la actitud de los discípulos de Jesús tiene que ser la propuesta por Jesús. En primer lugar con una oración que abarca a todos sin exclusión de ningún tipo. En segundo con una decidida actitud de caridad que se compromete con todos aún con aquellos que la piensan de modo diverso. Es la ley de la caridad. Esto llevara a la humildad.


Un cristiano no ha de distinguirse por el rencor, la soberbia, el menosprecio, la autosuficiencia... Todo lo contrario: debe ser una persona sabía, con mente abierta, con un corazón generoso y con la conciencia de que todos sus semejantes son hermanos por ser hijos de Dios.


San Pablo fue un ejemplo de ello. Si no, al final de su vida no hubiera podido exclamar: "He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida". Todos los discípulos de Jesus deben tener esta clara conciencia de saber la meta hacia la cual se debe llegar. Para ello, sencillamente hay que vivir con humildad y decisión el mandamiento del amor.


+ Mario Moronta, obispo de San Cristóbal
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