La diócesis de Machiques

El Vicariato comprendía inicialmente todos los territorios indígenas de la costa occidental del Lago hasta que la zona norte de Perijá fue incorporada a la arquidiócesis de Maracaibo. Beneméritos capuchinos rigieron el Vicariato hasta 1996, siendo designado al año siguiente Mons. Ramiro Díaz Sánchez, de la Congregación de los Oblatos de María Inmaculada. En estos tres últimos lustros, la estela de bien, organización y dinamismo eclesial del Vicariato, bajo la égida de Mons. Ramiro ha sido abundante.
Este Prelado propuso a la Santa Sede la conveniencia de elevar su circunscripción a la categoría de diócesis. La mayor parte de la población es criolla y la atención a los indígenas de la zona cuenta con un programa evangelizador integral que incluye la defensa de sus derechos humanos y sociales, tradicionalmente pisoteados.
Para suceder a Mons. Ramiro, el Papa Benedicto XVI ha nombrado a Mons. Jesús Alfonso Guerrero Contreras, capuchino y a la vez, eleva el Vicariato a Diócesis, es decir, toma el rango de madurez y autosuficiencia para consolidar el trabajo pastoral y la atención a la población a su cargo.
Mons. Guerrero Contreras, nativo de la ciudad de Mérida (1951) en el sector de La Pedregosa ejercía el cargo de Vicario del Caroní, desde 1996. Ingresó a la Orden de los Hermanos Menores capuchinos en la ciudad serrana. Más tarde obtuvo la laurea en filosofía en la Universidad Central de Caracas y en teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
Ordenado sacerdote el 10 de diciembre de 1977 en Machiques, fue profesor del Centro Vocacional de los Capuchinos, en el Instituto de Teología para los religiosos, de filosofía en el Seminario Mayor y en la Universidad Católica Andrés Bello, todos ellos en Caracas y Párroco de Nuestra Señora de Belén en Mérida.
Comienza una nueva andadura y una responsabilidad eclesial más exigente, pues el rango diocesano más que un título es una exigencia de madurez y servicio, en una zona rica y pujante, marcada a la vez por su condición fronteriza, propicia al abandono gubernamental y a la presencia de grupos de guerrilleros y desadaptados que pululan desde hace décadas en la región.
Gracias a Mons. Ramiro por su entrega generosa y total a esta tierra que hizo suya. Que el regreso a su España natal, al lado de sus hermanos de congregación le conceda el convencimiento de haber combatido bien el combate como recuerda el apóstol. Y a Mons. Guerrero, la bienvenida a una tierra que conoce y quiere, en la que tiene el reto de ahondar la huella sembrada por sus hermanos capuchinos.
Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo